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miércoles, 29 de junio de 2022

Escritos diversos

 Papias de Hierápolis (m. 150) Es oportuno mencionar aquí el testimonio de uno de los fragmentos de Papias de Hierápolis, obispo de esa ciudad de Asia Menor. Papias había oído predicar al apóstol Juan y era amigo de Policarpo. Hacia el año 130 escribió un tratado en cinco libros, que se titula Explicación de las sentencias del Señor. Lo que se conserva de la obra tiene importancia, pues contiene algo de inestimable valor, como es la enseñanza oral de los discípulos de los apóstoles. En un interesante pasaje, Papias relata algunos hechos milagrosos, señalando que él llegó al conocimiento de ellos por la tradición oral. Según él, las hijas de Felipe le contaron de «un hombre muerto que fue resucitado a la vida en sus días... Eusebio, que registra esto en su Historia eclesiástica, agrega: ..El también menciona otro milagro relacionado con Justus, apodado Barsabés, que tragó un veneno mortal, y no recibió daño por causa de la gracia del Señor». Y agrega: "..La misma persona [Papias], además, ha registrado otras historias comunicadas a él oralmente, entre ellas algunas parábolas desconocidas y enseñanzas del Salvador, y algunas otras cosas de naturaleza más fabulosa..", Si bien no tenemos disponible la obra de Papias, estos testimonios indirectos sirven para ver el carácter carismático del ministerio y acción de las iglesias en la época de los sucesores inmediatos de los apóstoles. En este caso particular se ve una de las dificultades que enfrenta el historiador cristiano para documentar la acción del Espíritu Santo en la historia.

El argumento cesacionista de que los dones y manifestaciones del Espíritu terminaron porque no hay evidencias históricas que prueben lo contrario, no toma en cuenta un principio de buena hermenéutica histórica que es el hecho de que no todo lo que se ha escrito se ha preservado hasta nuestros días. Muchos documentos históricos se perdieron por efecto del tiempo o por la obra destructora de quienes consideraron su contenido como equivocado, peligroso o herético en tiempos posteriores. Junto con el principio histórico enunciado, conviene tener en cuenta otros de valor en relación con el tema que nos ocupa. Primero, no todo lo que ha ocurrido está registrado en los documentos. En muchos casos, el ejercicio de los carismas o las señales y milagros eran cuestiones tan obvias, que los autores no se molestaron en discutirlas, ni siquiera en mencionarlas. Segundo, no todo lo registrado y que se ha preservado ha sido encontrado. Los padres apostólicos hacen referencia a innumerables escritos que se conocen por nombre, pero cuyo contenido es desconocido, porque no han llegado a nuestros días o no se los ha descubierto todavía. Tercero, no todo lo que se ha logrado encontrar está al alcance de la mano del investigador. Esto es así, bien sea porque los materiales se encuentran en colecciones privadas, en archivos inaccesibles,

en idiomas no conocidos por el estudioso, o todavía no han sido publicados y dados a conocer. Cuarto, no todo el material de que se dispone es interpretado de la misma manera. Donde un investigador ve manifestaciones carismáticas y expresiones de la acción del Espíritu Santo, otro puede ver ejemplos de herejías o desbordes de entusiasmo y fanatismo. De todos modos, lo poco que nos llegó de Papias es suficiente para demostrar la vigencia de las manifestaciones poderosas del Espíritu en las iglesias de su tiempo. Tomado del libro La acción del Espíritu Santo en la historia. Pablo Deiros 

martes, 28 de junio de 2022

Escritos diversos

 El Cesacionismo. Parte 4.

Calvino mismo sostenía una postura cesacionista. Según él: «Al presente ha cesado aquella gracia de sanar enfermos, como también los demás milagros que el Señor quiso prolongar durante algún tiempo para hacer la predicación del evangelio - que entonces era nueva admirable - siempre». De modo que el reformador ginebrino indicaba que dones como el de sanidad y otros poderes milagrosos habían sido concedidos temporariamente por el Señor a sus seguidores, para hacer que la nueva predicación del evangelio resultase maravillosa. «Nada nos queda a nosotros al presente»,

agregaba él, «ya que no nos es concedida la administración de las [tales] virtudes». En el cristianismo posterior a la Reforma, se presenta una clara excepción con el fundador del metodismo, Juan Wesley (1703 -1788), quien rechazó el concepto de que la declinación en la manifestación de algunos de los dones del Espíritu se debía al hecho de que ya no había necesidad de ellos, en razón de que todo el mundo era cristiano. Precisamente, una teoría popular durante el siglo XVIII fue que este era el caso. Wesley, más bien, consideró que esta cesación estaba asociada a la pobre condición espiritual de la Iglesia, cuyo amor se había enfriado y que solo conservaba las formas muertas del cristianismo. Incluso, Wesley escribió una réplica al tratado de Conyers Middleton (1683-1750), que argumentaba en favor de la cesación de los dones extraordinarios del Espíritu, citando los milagros entre los hugonotes franceses del Cevennes y otros ejemplos conremporáneos. Tomado del libro La acción del Espíritu Santo en la historia. Pablo Deiros

sábado, 25 de junio de 2022

Escritos diversos

 El Cesacionismo. Parte 3.

Según algunos, toda inspiración del Espíritu terminó una vez que las escrituras del Nuevo Testamento quedaron terminadas y su canon fue establecido. La fuerte convicción de Lutero y del protestantismo en general sobre la autoridad de la Biblia ha continuado hasta nuestros días entre los evangélicos. Pero en algunos casos, el énfasis sobre la proclamación de la Palabra ha ido acompañado de un concepto cesacionista en cuanto a los dones y otras manifestaciones del Espfriru Santo. Se afirma que las señales, prodigios y maravillas que ocurrieron durante el primer siglo cristiano, según testifica el Nuevo Testamento, ya no ocurren o han dejado de ser necesarios. Se dice que con el completamiento de los escritos neotestamentarios y la fijación de su canon ya tenemos todo lo que hace falta para la fe y la práctica cristianas. Por otro lado, tales manifestaciones carismáticas quizás fueron necesarias para autenticar los comienzos del testimonio cristiano en el mundo, pero al haber encontrado su lugar en la historia, el cristianismo ya no requiere de tales demostraciones de poder. Su poder ahora está en el testimonio fiel de la Iglesia, en conformidad con la Palabra escrita en la Biblia.

Vinson Synan concluye: "A través de los siglos, entonces, 

la cristiandad, en sus ramas católica romana y protestante, 

adoptó el concepto de que los dones sobrenaturales y espectaculares del Espíriru habían terminado con la iglesia temprana y que, con el completamiento del canon inspirado de las escrituras, jamás volverían a ser necesarios". Como se indicó, esta posición ha tenido voceros desde la Reforma hasta nuestros días. Entre los más recientes cabe mencionar a Benjamín B. Warfield (1851·1921), profesor de teología en el Seminario Teológico de Princeton. Warfield se oponía terminantemente a todo tipo de experiencia religiosa que pretendiera algún grado de revelación o inspiración divina. De igual modo, descalificaba el ejercicio de todo don espiritual especial. Para él este tipo de experiencias eran pobres substitutos subjetivos de la autoridad e integridad de las Escrituras. Warfield admitía que se podía caracterizar a la iglesia apostólica como una iglesia en la que operaban los milagros y otras manifestaciones del Espíritu. Pero, se pregunta: "¿Cuanto tiempo continuó este estado de cosas?" Su respuesta es: "Esta fue la peculiaridad característica de específicamente la iglesia apostólica, y, por lo tanto, pertenecía exclusivamente a la edad apostólica... Estos dones... fueron distintivamente la autenticación de los apóstoles. Fueron parte de las credenciales de los apóstoles como los agentes autorizados de Dios para la fundación de la Iglesia. Su función, pues, los confina distintivamente a la iglesia apostólica, y necesariamente pasaron con ella." Según Warfield, si hubo algún tipo de manifestación de tipo sobrenatural, esta no debe ser considerada como acción del Espíritu Santo, sino como supersticiones propias de la cultura greco-romana pagana inyectadas dentro de la iglesia. Si bien es cierto que muchas supersticiones paganas se introdujeron en la Iglesia alrededor y antes del año 200, esto no es un argumento convincente para descalificar la validez y operación de los dones y manifestaciones del Espíritu para ese tiempo, ni fundamento para afirmar que los mismos cesaron con el fin de la era apostólica. Como se verá más adelante, las operaciones del Espíritu fueron muy importantes en el período apostólico, pero no estuvieron limitadas al mismo. Lo que Pablo afirma en 1Corintios 13:8-12, no fundamenta la cesación de los carismas con el fin de la era apostólica o el completamiento del canon, como afirma Warfield, sino que señala a la Segunda Venida de Cristo como el tiempo cuando la necesidad del ministerio de los dones llegará a su fin. La información histórica sugiere que el flujo inicial de la obra poderosa del Espíritu sobrevivió a los apóstoles por varias generaciones. Tomado del libro La acción del Espíritu Santo en la historia. Pablo Deiros 


Escritos diversos

 El cesacionismo. Parte 2

Vinson Synan comenta sobre el particular: "La exagerada reacción al montanismo, que llevó a la creencia de que los carismas terminaron con la edad apostólica continuó hasta tiempos modernos. Si bien la Iglesia Católica Romana dejó la puerta abierta para los milagros en las vidas de ciertos santos (algunos pocos de los cuales se dice que hablaron en lenguas y produjeron milagros de sanidad), la iglesia tendió más y más a enseñar que los milagros de la edad apostólica terminaron con la iglesia temprana. Con la institucionalización de la Iglesia, los carismas menos espectaculares de gobierno, administración y enseñanza pasaron al frente como los dones más aceptables al alcance de la jerarquía." La teoría cesacionista recibió su expresión clásica con Juan Crisóstomo, en el siglo IV, a través de sus homilías sobre 1 Corintios 12. Este gran predicador no negaba el ejercicio de los dones en la iglesia de tiempos neotestamentarios, pero sí dejaba en claro que tales carismas habían terminado hacía tiempo. Confesando su ignorancia sobre el tema, Crisóstomo escribió en relación con 1 Corintios 12.4-11:

"Todo este lugar es muy oscuro: pero la oscuridad es producida por nuestra ignorancia de los hechos a los que se hace referencia y a su cesación, siendo que como tales solían ocurrir, pero ahora ya no tienen lugar. ¿y por qué no ocurren ahora? Porque, mirad ahora, la causa de la oscuridad también ha producido en nosotros otra pregunta: esto es, ¿por qué ocurrieron entonces, y ahora no lo hacen más? .. Bien, ¿qué fue lo que pasó entonces? Quienquiera que era bautizado hablaba inmediatamente en lenguas y no solo con lenguas, sino que muchos también profe tizaban, y algunos hacian muchas obras maravillosas... pero más abundante que ninguna otra cosa era el don de lenguas entre ellos". Los reformadores del siglo XVI respondieron a la demanda de los católicos romanos de presentar milagros como evidencias de autenticidad. utilizando los argumentos clásicos elaborados por Agustín y Crisóstomo. Para los protestantes del siglo XVI, todas las manifestaciones sobrenaturales del Espíritu Santo habían cesado. Desde la Reforma en adelante, entonces,

destacados teólogos protestantes popularizaron el concepto de que la obra del Espíritu Santo y sus manifestaciones quedaron reducidas a la predicación y enseñanza de la Palabra de Dios. Según ellos, los dones, señales, prodigios, milagros y maravillas dejaron de tener vigencia antes de que el primer siglo terminara. La acción poderosa del Espíritu quedaba reducida, de este modo, a una tarea de iluminación de la Palabra por Él inspirada. Según Lutero: "El Espíritu Santo es enviado de dos maneras. En la iglesia primitiva Él fue enviado de una manera visible y manifiesta. Es así como descendió sobre Jesús en el Jordán en la forma de una paloma (Mateo 3.16), y sobre los apóstoles y otros creyentes en la forma de fuego (Hechos 2.3). Este fue el primer envío del Espíritu Santo; esto fue necesario en la iglesia primitiva, que tenía que establecerse con señales visibles por causa de los incrédulos, como testifica Pablo. 1 Corintios 14.22... Las lenguas son para señal, no para los que creen sino para los incrédulos». Pero más tarde, cuando la Iglesia hubo sido reunida y confirmada por estas señales, no hubo necesidad de que continuara este envío visible del Espíritu Santo." Esta era la posición de Martín Lutero, quien abiertamenre rechazó a los Schwórmer o entusiastas de sus días. Estos entusiastas insistían en el ejercicio y la vigencia de algunos dones espirituales, especialmente el de profecía, y enseñaban que la «voz interior» del Espíritu debía ser más seguida que la «voz exterior» de las Escriruras. Siguiendo el énfasis luterano sobre la sola scriptura, Adolf von Harnack señala que dones como el de profecía cesaron con el establecimiento del canon.

Dice él: "El Nuevo Testamento, si bien no todo al mismo tiempo, puso fin a la situación en la que era posible para cualquier cristiano bajo la inspiración del Espíritu dar revelaciones o instrucciones autoritativas. Del mismo modo, previno la creencia en las creaciones fantasiosas con las que tales hombres enriquecieron la historia del pasado, y destruyó sus pretensiones de leer el futuro. Así como la creación del canon, si bien no de manera tajante y rápida, fijó el período de la producción de los hechos sagrados, del mismo modo descalificó para la fe pública toda pretensión de profecía cristiana." Esta oposición o confrontación entre Escritura y Espíritu, que termina por afirmar que la profecía inspirada no puede coexistir con un canon escriturario inspirado, ha sido sostenida por muchos autores, con posterioridad a la Reforma. Tomado del libro La acción del Espíritu Santo en la historia. Pablo Deiros 

jueves, 23 de junio de 2022

Escritos diversos

 El cesacionismo. Parte 1.

El concepto cesacionista afirma que los dones espirituales enumerados por el apóstol Pablo en 1 Corintios 12 y otros carismas y manifestaciones del Espíritu Santo no permanecieron en ejercicio en la Iglesia a partir de fines del primer siglo. Este concepto cesacionista comienza a aparecer una vez que el cristianismo logra asentarse y ganar reconocimiento en el ámbito del Imperio Romano. A medida que la Iglesia fue creciendo en poder y autosuficiencia con el respaldo del Estado (desde Constantino en adelante), fue perdiendo poco a poco su confianza en lo sobrenatural y milagroso. La iglesia comenzó a descansar más y más en el ritual y los sacramentos como las expresiones más adecuadas de la fe cristiana, y en la introducción del fetichismo y el sacerdotalismo como administradores del poder divino. El movimiento de renovación representado por el montanismo, hacia fines del segundo siglo, significó un intento por recuperar el ejercicio de los dones del Espíritu y volver a la confianza en su poder. Pero el montanismo fue condenado como hereje por la iglesia ya establecida. La causa principal de este rechazo no fue el ejercicio de los carismas, sino la aparente pretensión de Montano de que sus declaraciones eran iguales en autoridad a las de las Escrituras. Como reacción al montanismo y sus supuestos excesos, muchos comenzaron a afirmar que los carismas más sensacionales habían terminado con el completamiento del canon escriturario. Esta fue la opinión de Agustín de Hipona (354 - 430) y de muchos otros teólogos en los siglos que siguieron. Sobre la cuestión de las lenguas, dice Agustín: "En los comienzos de la Iglesia, el Espíritu Santo cayó sobre los creyentes, y ellos hablaron con lenguas no aprendidas,

según el Espíritu les daba que hablasen. Esto fue una señal,

adecuada para ese tiempo: todas las lenguas del mundo eran un significado adecuado del Espíritu Santo, porque el evangelio de Dios iba a tener su curso a través de toda lengua en todas las partes de la tierra. La señal fue dada y luego pasó. Nosotros ya no esperamos que aquellos sobre quienes la mano es impuesta para que puedan recibir el Espíritu Santo, hablarán con lenguas. Cuando impusimos nuestras manos sobre estos <infantes», los recién nacidos miembros de la Iglesia, ninguno de vosotros (pienso) esperó ver si ellos hablarían con lenguas, o viendo que no lo hicieron, tuvo la perversidad de argüir que ellos no habían recibido el Espíritu Santo, porque si ellos lo hubieran recibido, habrían hablado en lenguas como sucedió al principio." En cuanto a los otros dones extraordinarios del Espíritu,

la «teoría cesacionista» de Agustín tuvo mucha influencia sobre las generaciones subsiguientes de teólogos. Agustín afirma:

«¿Por qué, se pregunta, los milagros no ocurren en nuestros días, así como ocurrieron en tiempos anteriores? Yo podría responder que ellos fueron necesarios entonces, antes de que el mundo llegara a creer, en orden a ganar la fe del mundo". De esta manera, la cesación de los carismas se transformó en una parte de la teología clásica de la Iglesia. Tomado del libro La acción del Espíritu Santo en la historia. Pablo Deiros. 

Escritos diversos

 El amigo a medianoche. Lucas 11:5-8

La literatura exegética contemporánea está llena de referencias a la necesidad de viajar de noche a causa del calor. Esto ocurre en las zonas desérticas de Siria, Jordania y Egipto. No es tan común en Palestina y el Líbano, que tienen algunas colinas en el interior y cuentan en la costa con la brisa del mar. Por tanto, la llegada del amigo a media noche es algo poco habitual. Es probable que la información que recogen muchos libros modernos, diciendo que la comida de una persona consistía en tres piezas de pan, provenga de Rihbany. Esta información podría ser verdad si se tratara de las pequeñas piezas de pan de Siria. Pero no si pensamos en el pan que se come en el resto de Oriente Próximo. En algunos lugares, el pan más común es una barra delgada de unos sesenta centímetros. En otros, un pan redondo, pero más grande que el de Siria. Al invitado se le da una barra entera, que es más de lo que normalmente come una persona. El anfitrión, como dice Rihbany, «tenía que poner delante de su invitado más del número exacto de piezas correspondiente a la comida de un adulto». Jeremias dice que el campesino de Palestina cuece pan todos los días y que «en la aldea se sabe quién tiene todavía pan por la noche». El campesino indio hace pan todos los días, pero el campesino de Oriente Próximo no. Nuestra experiencia en estas tierras confirma lo que Bishop escribe: Parece también como si la casa en cuestión [la casa del amigo que ya está durmiendo] hubiera acabado de hornear unas cuantas barras —a veces suficientes para durar toda una semana o más— … Las subsistencias [del anfitrión] se habían acabado hasta que pudieran llevar la masa que había hecho la familia al horno del pueblo [a la mañana siguiente]. Las mujeres de las aldeas trabajan juntas para hacer el pan, por eso se sabe quién ha hecho pan recientemente. Puede que haya algo de pan en la casa del anfitrión, pero debe ofrecer al invitado una pieza entera. Darle a un invitado una pieza empezada en otra comida era un insulto. Es obligación del anfitrión servir a su invitado, y el invitado a su vez tiene la obligación de comer lo que le sirven. Rihbany escribe: «[El anfitrión] debe servirle algo, aunque el viajero no tenga mucha hambre». Aunque la cuestión no es tanto la comida en sí, sino que sea comida adecuada para la ocasión. Sa’id escribe: «[El anfitrión oriental] tiene la magnánima responsabilidad de ofrecer al invitado aquello que está fuera de su alcance». El elemento crucial en esta parte inicial de la parábola es que el invitado es un invitado de la comunidad, no solo de una persona. Esto queda reflejado incluso en el lenguaje positivo con el que hay que dirigirse a él: «Tu visita honra a nuestra aldea», y nunca «Me honras con tu visita». Así, la comunidad es la responsable de cuidar y atender al visitante. El invitado se tiene que ir de la aldea con una buena impresión de la hospitalidad de esa comunidad. De nuevo Rihbany escribe: «Debido al carácter homogéneo de la vida en Oriente, tomar cosas prestadas se ha convertido en todo un arte». Al ir al vecino, el anfitrión está pidiéndole al amigo que ya está durmiendo que cumpla con su deber como miembro de la comunidad. Si la petición es modesta, es impensable que los miembros de la comunidad den una respuesta negativa. En este caso, lo que se pide es el elemento más humilde de toda la comida: el pan que sirve para acompañar la comida principal.  El pan no es solo comida. El pan hacía las veces de cuchillo, tenedor y cuchara. La comida se pone sobre un plato para todos y a cada persona se le da una pieza de pan. Hay que cortar un trozo del tamaño de un bocado, usarlo para coger comida del plato comunitario e introducírselo todo en la boca. El siguiente paso es repetir la misma operación, cortando de la hogaza otro pedazo de pan. El plato comunitario no se contamina aunque todos coman del mismo, porque cada vez que los comensales toman del plato, lo hacen con un trozo nuevo de pan. El pan siempre se come con algo más. Cuando no hay nada más, el último recurso es restregarlo por un plato lleno de sal. Así, la expresión oriental «comer pan y sal» hace referencia a una situación de pobreza. El anfitrión de la parábola pide pan. Todo el mundo sabe que también necesitará que le presten la comida principal, como vemos en la última línea de la parábola. Tomado del libro Las Parábolas de Lucas. Kenneth Bailey 

martes, 21 de junio de 2022

Escritos diversos

 Y él les dijo: De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna. Lc 18:29-30

Los dos valores intocables en cualquier cultura oriental son la familia y el hogar. Cuando Jesús los puso en esa lista y luego dijo que había algo por encima de eso, estaba pidiendo algo realmente imposible para alguien de Oriente Próximo, dadas las expectativas de aquella cultura. Los diez mandamientos se pueden soportar; pero eso otro es demasiado. Esas cosas solo son posibles con Dios. Esta claro que este pasaje choca a cualquier persona, venga de la cultura que venga. Lo que queremos decir es que este impacto es mucho más fuerte en una cultura tradicional donde esos valores son aún más fuertes que en nuestra cultura occidental. Jesús es plenamente consciente de la radicalidad de sus palabras en una sociedad como la suya. Por eso introduce sus palabras con la expresión «De cierto os digo». En Lucas, esta expresión solo aparece seis veces, y en cada ocasión introduce unas palabras fuertes que impactan enormemente al oyente. Su uso aquí no es una excepción. En la última estrofa vuelve a aparecer la cuestión de la recompensa. Aquí vemos este importante tema presentado en dos aspectos. El dirigente ya tiene su recompensa en mente. Él quiere la vida eterna. Por eso pregunta qué tiene que hacer para ganarse esa recompensa. Se le explica cuáles son los requisitos, y son requisitos que no puede cumplir. Queda claro que la salvación es obra de Dios, no un logro de las personas. A los discípulos Dios les ha dado la gracia de responder a un nuevo patrón de obediencia. Ya lo han hecho (hemos dejado todo lo que era nuestro). Rompieron con las expectativas de su sociedad y transmitieron que para ellos era más importante la obediencia a Jesús que la lealtad a la familia y a la propiedad. Jesús responde y confirma que el reino tiene recompensas infinitas para aquellos que responden en obediencia sin pensar en la recompensa. Marshall afirma que las palabras de Pedro no son una «exigencia egoísta de una recompensa», sino «una oportunidad de lanzar la premisa de que la negación a uno mismo por causa del reino será vindicada» (Marshall, 688). Además, esas recompensas son para el presente y para el porvenir. Y la vida eterna la reciben, no la ganan. Tomado del libro Las Parábolas de Lucas. Kenneth Bailey 

Escritos diversos

 Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme. Lc 18:22

En la sociedad de Oriente Próximo, el patrimonio de la familia tiene un valor altísimo porque es un símbolo de la cohesión familiar. Para entender qué es lo que se le está pidiendo aquí al dirigente, deberíamos observar todo lo que una familia oriental está dispuesta a hacer para mantener a la mayor parte posible de la familia en el hogar ancestral (incluso hoy en día). Al dirigente se le está pidiendo que ponga a Jesús por encima de su familia y del patrimonio de la misma. Abraham se tuvo que enfrentar en dos ocasiones a una demanda similar. Dejó sus tierras de Ur solo por obediencia. Luego, en el monte de Moria, Dios le pidió si estaba dispuesto a poner la obediencia a Él por encima de la lealtad a su propia familia. Abraham pasó aquella gran prueba de obediencia/fe. El dirigente ni siquiera pasó la primera prueba. Quizá si hubiera cumplido la primera demanda Dios le hubiera devuelto sus posesiones para que las usara para su servicio. Pero, en cuanto a esto, lo único que podemos hacer es especular. Lo que está claro es que el tipo de lenguaje sobre la cuestión de las posesiones claramente implica también a la familia. Por tanto, en esta estrofa, vemos a un hombre seguro de sí mismo que se enfrenta a las demandas radicales de la obediencia. Tomado del Libro Las Parábolas de Lucas. Kenneth Bailey 

Escritos diversos

 Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios. Lc 18:18-19

La primera afirmación de Jesús ha creado polémica durante siglos. La frase «Nadie es bueno sino solo Dios» se ha usado a menudo para decir que, al parecer, Jesús no creía ser el Cristo. Volver al estéril debate del pasado no tendría ningún sentido. Sin embargo, para hacer justicia al pasaje, es cierto que hemos de analizar esta frase con mayor detenimiento.  Un posible acercamiento sería entender que Jesús está preguntando: «¿Por qué me llamas bueno? ¿De verdad crees que soy bueno? Sabes que esa palabra solo se puede usar para referirse a Dios, ¿no? ¿Realmente crees que merezco ser llamado con ese título?». No obstante, el dirigente no contesta. Si Jesús le está preguntando si cree que él es el Cristo, ¿no crees que lo normal sería obtener una respuesta? No obstante, se podría argumentar que la pregunta se deja sin responder de forma deliberada para que el lector responda por sí mismo. Son muchas las parábolas que tienen un final abierto, dejando al lector con la tarea de dar una respuesta. Lucas 9:57-62 es un claro ejemplo, pues al lector no se le da ninguna pista de cuál es la respuesta de los tres personajes de este pasaje. Tampoco sabemos cuál es la respuesta del hermano mayor, cuando se le invita al banquete en honor de su hermano menor (Lc 15:32); ni lo que ocurre al final del gran banquete (14:24); ni conocemos el destino del administrador astuto (16:8). En este sentido, aquí en 18:19 podríamos estar ante una pregunta tan seria como la siguiente: «¿Estás hablando en serio cuando te diriges a mí usando un título que solo es apropiado para dirigirse a Dios? ¿Estás listo para aceptar las implicaciones de una afirmación así?». Sin descartar esta interpretación, vamos a examinar otra posibilidad. En la literatura rabínica, el título «maestro bueno» solo lo encontramos en una ocasión, cuando se le pide a un rabino que explique un sueño que ha tenido:  En mi sueño se me decía lo siguiente: Saludos al maestro bueno de parte del Señor bueno que da generosamente cosas buenas a su pueblo (B.T. Taanit 24b, Sonc., 126). En este texto se habla de un sueño, no de una salutación formal. Además, hay una repetición exagerada y, por lo tanto, claramente intencional de la palabra «bueno». Sea como sea, este saludo es realmente poco común. Por eso, es lógico entender que Jesús está contestando a alguien que se está dirigiendo a él de una forma un tanto «exagerada». El joven dirigente se está esforzando demasiado. Intenta impresionar a Jesús con un cumplido y quizá espera que Jesús también le salude con algún título especial. En el mundo oriental, cuando alguien te hace un cumplido, tienes que responder con otro cumplido. El dirigente empieza diciendo «Maestro bueno» y quizá espera que Jesús le diga algo como «Noble dirigente». Al parecer, esto es lo que crea tensión, porque Jesús no se dirige a él haciendo uso de un título especial; y en los Evangelios esta respuesta puede provocar cierta irritación (cf. Lc 15:29; Jn 4:17). Esta abrupta respuesta de Jesús es una técnica que Jesús usa en más de una ocasión. Parece ser que el propósito es probar la seriedad de las intenciones de su interlocutor (cf. Mt 15:26; Jn 3:3). Encontramos el mismo tipo de introducción y respuesta en Lucas 12:13-14, donde el interlocutor de Jesús también se dirige a él haciendo uso de un título y Jesús le contesta de una forma un tanto dura. Por tanto, creemos que la mejor explicación de la respuesta de Jesús en nuestro texto es que está queriendo probar la intención del joven dirigente. Tomado del libro Las Parábolas de Lucas. Kenneth Bailey

sábado, 11 de junio de 2022

Escritos diversos

 El fariseo y el publicano. Parte 3.

Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Lc 18:13

La postura de oración aceptada consistía en cruzar las manos sobre el pecho y mantener la mirada gacha (Edersheim, Temple, 156). Pero este hombre no mantiene las manos inmóviles sobre el pecho, sino que las mueve para golpearse. Este gesto aún se usa en los poblados de todo Oriente Próximo, desde Irak hasta Egipto. Con los puños cerrados, se golpean el pecho de forma rápida y sucesiva. Este gesto se usa en tiempos de angustia o de rabia. En el Antiguo Testamento no aparece y en los Evangelios tan solo en dos ocasiones (ambas en Lucas). Pero lo curioso es que se trata de un gesto característico de las mujeres. Después de veinte años, solo he encontrado una ocasión en la que los hombres se golpean el pecho de esta forma. Se trata del ritual ashura de los musulmanes chiítas. Es la conmemoración del asesinato de Hussein, el hijo de Alí (el yerno del profeta del Islam). El ritual consiste en representar la escena del asesinato y los devotos se laceran las cabezas rapadas con cuchillos en señal de angustia mientras recuerdan este evento en comunidad. En este ritual, los hombres sí se golpean el pecho. Las mujeres se golpean el pecho en los entierros, pero los hombres no. Para los hombres es un gesto de dolor extremo, y no lo usan casi nunca. Por eso en la Biblia solo lo encontramos en dos ocasiones, aquí y ante el horror de la cruz (Lc 23:48). En este texto dice que toda la multitud se marchó golpeándose el pecho. Esa multitud debía de estar formada por hombres y mujeres, naturalmente. Parece ser que es necesario algo de la magnitud de lo que ocurrió en el Gólgota para hacer que los hombres de Oriente Próximo hagan uso de este gesto.  Además, se nos dice que se golpea en el pecho. ¿Por qué en el pecho? En un comentario judío de Eclesiastés 7:2 se nos explica el porqué: R. Mana dijo: Y los vivos lo tendrán presente en sus corazones: los justos son los que, al pensar en la muerte, piensan en su corazón; ¿y por qué se golpean sobre el corazón? Porque es como si dijeran: «Ahí dentro está todo …» (nota: … los justos se golpean sobre el corazón porque saben que es la fuente de todo deseo pecaminoso). (Midrash, Rabba, Ecl. VII, 2,5, Sonc., 177). Tomando del libro Las Parábolas de Lucas. Kenneth Bailey 

Escritos diversos

 El fariseo y el publicano. Parte 2.

ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Lc 18:12

Aquí el fariseo expresa en qué se basa, según él, su justicia. Moisés dijo que había que ayunar una vez al año, el día de la expiación (Lv. 23:27, 29). Este hombre va más allá y ayuna dos veces cada semana, una práctica «reservada para algunos círculos entre los fariseos y sus discípulos» (Safrai, JPFC, II, 816). En cuanto al diezmo, la regulación del Antiguo Testamento era clara y limitada. Se tenía que diezmar el grano, el vino y el aceite (Lv. 27:30; Nm. 18:27; Dt. 12:17). Pero, como observa Safrai, «en el periodo tanaítico la Ley se amplió para incluir todo tipo de alimento» (Safrai, JPFC, II, 825; cf. MishnáMaaserot 1:1, Danby, 66). Pero incluso esta regulación tenía excepciones, porque la ruda, la verdolaga, el apio y otros productos agrícolas quedaban exentos (Mishná Shebiit 9:1, Danby, 49). La práctica del diezmo en los productos no agrícolas estaba comenzando a aparecer, y «la costumbre nunca acabó por extenderse y quedó solo entre los que eran particularmente estrictos» (Safrai, JPFC, II, 825). Los recaudadores de impuestos también pagaban algunos diezmos (Ibíd., 819). Pero el fariseo se considera superior, porque él, іél pagaba todos los diezmos! Ibn al-Salibi observa: «Se está comparando con los grandes ejemplos de justicia como Moisés y los Profetas» (Ibn al-Salibi, II, 181). Sus actos son obras de supererogación (Jeremias, Parábolas, 172, 140 de la edición en inglés). Amós dijo palabras muy duras en contra de ese tipo de religión (cf. Am 4:4). Tenemos aquí a un hombre que se enorgullece de observar de forma perfecta las exigencias de su religión. Tomado del libro Las Parábolas de Lucas. Kenneth Bailey