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viernes, 29 de julio de 2022

Escritos diversos


 ¿Sabías que en el siglo segundo una forma que tenían los romanos de burlarse de los cristianos era representando a Cristo con una cabeza de asno? Te comparto el siguiente texto donde lo explican:

Pues, como algún otro, habéis soñado que una cabeza de asno es nuestro dios. La sospecha de este culto la sembró Comelio Tácito. Éste, en el cuarto libro de sus Historias, al tratar de la guerra judaica, comenzando desde el origen de este pueblo y argumentando como quiso, tanto acerca del origen mismo como de su nombre y religión, cuenta que los judíos, liberados de Egipto, o —como él creía— desterrados, al ser atormentados por la sed en los vastos desiertos de Arabia, utilizaron asnos salvajes —que, según ellos pensaban, irían a beber después de pastar—, como indicio de la existencia de una fuente, y que por este favor habían divinizado la parte superior de semejante animal. Así que de ahí supongo que surgió la idea de que también a nosotros, como afínes a la religión judaica, se nos inicia en el culto del mismo ídolo... Pero una nueva representación de nuestro Dios se ha presentado públicamente hace poco en esta ciudad, cuando un canalla mercenario, pagado para provocar a las fieras, expuso al público una pintura con la siguiente inscripción: «El dios de los cristianos, raza de asno». Tenía orejas de burro, una pezuña, y —revestido de toga—llevaba consigo un libro. Apologético capítulo 16. Tertuliano, año 197.

Pocas personas saben que una de las representaciones más antiguas que conocemos de la crucifixión de Cristo no es una hermosa imagen del Señor, ni siquiera un intento piadoso de los primeros cristianos por recordar a Jesús en su Pasión. Es, por el contrario, una burla: un crucificado con cabeza de asno. Se encuentra en Roma, y fue dibujada por algún desconocido para burlarse de Alexámenos –un joven cristiano– por su fe en Cristo. Debajo del dibujo aún se puede leer la siguiente inscripción en griego: “Alexámenos adorando a su Dios”. Tomado de https://www.primeroscristianos.com/alexamenos-adorando-a-su-dios-graffiti-del-siglo-i-en-roma/amp/

jueves, 28 de julio de 2022

Escritos diversos

 Estas son algunas acusaciones que se les hacía a los cristianos en el siglo segundo, narrado por el apologista tertuliano:

si es verdad que somos tan dañosos, ¿por qué razón vosotros mismos nos tratáis de modo distinto que a nuestros semejantes -los demás delincuentes- siendo así que debería darse el mismo tratamiento a quienes son igualmente culpables?. Cuando otros son acusados de los crímenes de los que se nos acusa a los cristianos, pueden defenderse personalmente o pagando a un defensor para probar su inocencia; se les ofrece la oportunidad de replicar, de impugnar, ya que no es en absoluto licito condenar a nadie sin oir su defensa. Solamente a los cristianos se les impide dar a conocer lo que podría refutar la acusación, defender la verdad e impedir que la actuación del juez sea injusta; lo único que se pretende es satisfacer un odio público: conseguir la confesión de un nombre, no investigar un crimen. Cuando procesáis a algún delincuente, no estáis dispuestos a pronunciar sentencia inmediatamente después de que el acusado se confiese homicida, o sacrilego, o culpable de incesto, o enemigo público (por no citar más que los delitos de los que se nos inculpa), sino que averiguáis las circunstancias, el carácter del hecho, el número, el lugar, el modo, el tiempo, quiénes son los testigos y los cómplices. Cuando se trata de nosotros no hay nada de esto, y eso que sería muy interesante conseguir por medio de torturas la confesión de aquello de lo que falsamente se nos acusa: saber cuántos infanticidios ha saboreado cada uno, cuántos incestos ha cometido aprovechando la oscuridad, qué cocineros, qué perros han estado presentes. ¡Qué gloria la del gobernador que descubriera a alguno que ya se hubiera comido cien niños! Pero en cambio, tenemos pruebas de que incluso se ha prohibido que se nos busque. Pues Plinio Segundo, cuando era gobernador, después de condenar a algunos cristianos y de haber hecho renegar a otros, desconcertado sin embargo por lo crecido del número, consultó al emperador Trajano la conducta a seguir en adelante, diciendo que —aparte de la obstinación en no ofrecer sacrificios— no había descubierto nada de su actividad religiosa, sino solamente que se reunían antes del amanecer para cantar alabanzas a Cristo como a Dios y vincularse a unos principios que les prohibían el homicidio, el adulterio, el fraude, la traición y los demás crímenes. Entonces Trajano respondió por escrito que no se les buscara, pero que (si se les llevaba al tribunal) había que castigarlos. ¡Extraña decisión, forzosamente perturbadora! Dice que no se les debe buscar, como inocentes que son, y ordena que se les castigue como a culpables. Perdona, y se ensaña; pasa por alto, y castiga. ¿Por qué te contradices a ti mismo en tu dictamen? Si los castigas, ¿por qué no los buscas también? Si no los buscas, ¿por qué no los perdonas?... ¿Qué decir del hecho de que a la mayoría les ciega el odio? Hasta tal punto que, al hablar bien de algún cristiano, añaden al reproche del nombre: «buena persona Gayo Seyo, sólo que es cristiano». Y otro: «me admira que Lucio Ticio, un hombre prudente, de pronto se haya hecho cristiano». Nadie piensa en cambio que la razón de que sea bueno Gayo y prudente Lucio es el ser cristiano; o que es cristiano porque es prudente y porque es bueno... Otros llenan de infamia a quienes tenían por frívolos, despreciables o malvados antes de su conversión, cuando los alaban: la ceguera de su odio les obliga a dar contra su voluntad una opinión favorable. «Aquella mujer tan lasciva, tan ligera; aquel muchacho tan amante del juego, tan enamoradizo: ahora se han hecho cristianos». Así se atribuye al nombre de cristiano la enmienda. Algunos sacrifican incluso sus propios intereses a este odio; soportan un daño con tal de no tener en casa lo que odian. A la mujer que ya es honrada, el marido, que ya no tiene celos, la arroja de su casa; al hijo que ya es dócil, el padre, que antes lo había soportado, lo deshereda; al esclavo que se vuelve fiel, su señor, en otro tiempo afable, lo hace apartar de su vista. Todo el que se enmienda por esta causa incurre en culpa. ¡El bien no pesa tanto como el odio hacia los cristianos!. Capítulos 2 y 3 Apologético. Tertuliano año 197. 

sábado, 23 de julio de 2022

Escritos diversos

 Uno de los testimonios más impresionantes de Ireneo en cuanto a la vigencia de los dones del Espíritu y sus manifestaciones poderosas en la iglesia de sus días es aquel en el que rebate el argumento de los herejes haciendo referencia al ministerio poderoso de la Iglesia: "Por lo tanto, también, aquellos que en verdad son sus discípulos, recibiendo gracia de parte de Él, de veras llevan a cabo [milagros] en su nombre, de modo de promover el bienestar de otros hombres, conforme al don que cada uno ha recibido de Él. Porque algunos de cierto y verdaderamente echan fuera demonios, de modo que aquellos que han sido limpiados así de espíritus malos frecuentemente creen [en Cristo] y se unen a la Iglesia. Otros tienen preconocimiento de cosas venideras: ven visiones, y declaran expresiones proféticas. Aun otros sanan a los enfermos imponiendo sus manos sobre ellos, y son sanados. Sí, todavía más, como he dicho, incluso los muertos han sido resucitados, y permanecen entre nosotros por muchos años. ¿y qué más diré? No es posible nombrar el número de los dones que la Iglesia, [esparcida] a lo largo de todo el mundo, ha recibido de Dios, en el nombre de Jesucristo, quien fue crucificado bajo Poncio Pilato, y que ella ejerce día por día para el beneficio de los gentiles, sin practicar engaño sobre nadie, ni tomar ninguna recompensa de ellos (en razón de tales interposiciones milagrosas]. Porque así como ella ha recibido gratuitamente de parte de Dios, también gratuitamente ministra [a los demás". Comentando este pasaje de Ireneo, W.W. Harvey nota:

"El lector no dejará de notar este testimonio sumamente interesante, de que los charismata divinos concedidos sobre la joven Iglesia no estaban del todo extinguidos en los días de Ireneo. Posiblemente el venerable Padre está hablando desde su propio recuerdo personal de algunos que habían sido resucitados de los muertos, y habían continuado por un tiempo siendo testigos vivientes de la eficacia de la fe cristiana" Sin embargo, Ireneo no está hablando solamente del pasado en este pasaje. Con la larga lista de dones espirituales que presenta, es claro que él está hablando de las maneras en las que Cristo ministra a la humanidad a través de su Iglesia en el presente. La lista de dones y operaciones del Espíritu que presenta Ireneo como vigentes en la Iglesia es impresionante. Incluye dones como la capacidad de echar fuera demonios, el conocimiento del furturo, visiones y profecías, y todo esto junto con sanidades y milagros, como la resucitación de muertos. Tomado del libro La acción del Espíritu Santo en la historia. Pablo Deiros 

sábado, 16 de julio de 2022

Escritos diversos

 ¿Creía la iglesia después de la muerte de los apóstoles que Jesús era Dios? A continuación, las palabras de Ireneo, Obispo de Lion en el año 195 d.C y quién fuera discípulo de Policarpo que a su vez lo fue del apóstol Juan:

El Padre, pues, es Señor y el Hijo es Señor; es Dios el Padre y lo es el Hijo... Así según la esencia de su ser y de su poder, hay un solo Dios; pero, al mismo tiempo, en la administración de la economía de nuestra redención, Dios aparece como Padre y como Hijo. Y dado que el Padre del Universo es invisible e inaccesible a los seres creados, es por medio del Hijo como los destinados a acercarse a Dios deben conseguir el acceso al Padre. David, clara y patentemente, se expresó de este modo a propósito del Padre y del Hijo: Tu trono, oh Dios, permanece para siempre; tú has amado la justicia y detestado la iniquidad, por eso Dios te ha ungido con óleo de alegría más que a tus compañeros. 

Esto significa que el Hijo, en cuanto Dios, recibe del Padre, es decir, de Dios, el trono de un reino eterno y el óleo de la unción más que sus compañeros. El óleo de la unción es el Espíritu Santo con el que es ungido, y sus compañeros son los profetas, los justos, los apóstoles y todos los que participan del reino, es decir, sus discípulos. Cap 47, Demostración de la enseñanza apostólica. 

Escritos diversos

 En la disputa que tienen algunas doctrinas erradas sobre la trinidad, está el argumento de que los cristianos primitivos no la enseñaron, sin embargo, hay bastante evidencia de lo contrario, en esta ocasión les comparto estas palabras de Ireneo Obispo de Lión, quien fuera discípulo de Policarpo, y éste a su vez del apóstol Juan. A continuación describe al Espíritu Santo como persona y al mismo Jesús como Dios, leamos:

*Por esto dice el Espíritu Santo por medio de David*: Dichoso el hombre que no ha caminado en el consejo de los impíos (Sal 1,1), es decir, en el consejo de los pueblos que no conocen a Dios; de hecho, impíos son aquellos que no veneran a Aquél que es, por naturaleza, Dios. *De ahí que el Verbo dice a Moisés: Yo soy el que soy* (Ex 3,14). De esta forma los que no veneran a Aquél que verdaderamente es, son impíos.

Escritos diversos

 Ireneo de Lyon (ca. 130-202). lreneo fue el más grande de los teólogos del segundo siglo y obispo de esa ciudad en Galia. Probablemente nació en Asia Menor, que en aquel tiempo era una de las regiones que tenía el mayor número de cristianos y de iglesias. De muchacho escuchó los sermones de Policarpo, obispo de Esmirna. Fue sucesor de Fotino en la sede episcopal de Lyon, durante el reinado de Marco Aurelio. Envió misioneros a Galia, combatió el gnosticismo, e hizo repetidos viajes a Roma procurando mantener la paz entre esta y Asia, calmando la tormenta suscitada con la condena del obispo Victor (montanista) y de aquellos que no seguían el calendario latino en la celebración de la Pascua. En todo esto, Ireneo se muestra como un profundo conocedor de la iglesia y su testimonio cristiano en sus días. Su experiencia pastoral tanto en el este como en el oeste, en contextos rurales como urbanos, lo califica como uno de los testigos más adecuados del cristianismo de su tiempo.

Ireneo fue un fiel testigo de la tradición. Vivió una generación de por medio de la edad apostólica y conoció a los discípulos de los apóstoles. Su teología es fiel al cristianismo histórico, y su obra escrita representa un intento de defender esa fe de las amenazas de las herejías, especialmente el gnosticismo. Ireneo demuestra ser un teólogo sumamente capaz y un investigador puntilloso de las doctrinas y prácticas de sus adversarios gnósticos. En sus argumentos, el Espíritu Santo ocupa un lugar fundamental. En su obra Exposición de la predicación apostólica, que es un tratado apologético, Ireneo presenta la regla de fe mencionando al Espíritu profético, y lleva sus funciones más allá de las reconocidas en el Antiguo Testamento.

"El tercer punto en la regla de nuestra fe es el Espíritu Santo,

a través de quien los profetas profetizaron, y los padres aprendieron las cosas de Dios, y los justos son guiados en el camino de la rectitud; y quien al final de los siglos se derramó de manera nueva sobre la humanidad en toda la tierra, renovando a los hombres para Díos". La obra del Espíritu fue fundamental en la unción del Hijo Encarnado. Una frase característica de Ireneo es: "El Padre ungió, el Hijo fue ungido, el Espíritu fue la Unción." De este modo, "el Espíritu de Dios descendió sobre Él, [el Espíritu] de Él que había sido prometido por los profetas que lo ungiría,

para que nosotros, recibiendo de la abundancia de su unción,

pudiésemos ser salvos". Tomado del libro La acción del Espíritu Santo en la historia. Pablo Deiros 

lunes, 11 de julio de 2022

Escritos diversos

 Leemos en el evangelio que, cuando la madre virgen estaba "desposada con José, antes de que viviesen juntos sea halló que estaba encinta por obra del Espíritu Santo. José su marido, como era justo, y no quería denunciarla, resolvió dejarla secretamente" (Mt 1:18-19). La narración implica una distinción entre desposorio y matrimonio - estando José en aquel tiempo desposado, pero no realmente casado con la madre virgen-. Incluso en el Antiguo Testamento se hace una distinción entre desposorio y matrimonio. Lo primero quedaba señalado por el presente de desposorio (o Mohar, Gn 34:12;Ex 22:17;1Sam 18:25), que el padre, sin embargo, dispensaría en ciertas circunstancias. Desde el momento de su desposorio, la mujer era tratada como si estuviera realmente casada. La unión no podía ser disuelta, excepto por un divorcio formal; la infidelidad era considerada adulterio; y la propiedad de la mujer venía a posesión de su desposado, a no ser que renunciara expresamente a ella (Kidd IX 1). Tomado del libro Usos y costumbres de los judíos en los tiempos de Cristo. Alfred Edersheim

sábado, 9 de julio de 2022

Escritos diversos

 El CRISTIANISMO DEL SIGLO II. El testimonio cristiano a comienzos del siglo II estaba bien establecido, especialmente en Asia Menor. Las comunidades cristianas se encontraban bien organizadas e iban madurando rápidamente, mientras su mensaje se esparcía de manera notable no solo dentro de todo el Imperio Romano sino bastante más allá de sus fronteras. Con entusiasmo desbordante, los creyentes confesaban su fe acompañados de señales, prodigios y maravillas obradas por el Espíritu Santo. No obstante, este avance notable no se daba sin dificultades. Problemas de afuera y problemas de adenrro parecían amenazar el desarrollo del testimonio cristiano, si bien estas dificultades fortalecían a los testigos. De afuera comenzaban a sentirse las presiones del Estado romano, que veía en los cristianos a una secta que seguía una superstición extravagante y despreciaba a las religiones reconocidas. De adentro se levantaban voces, disidentes algunas y herejes otras, que ponían en peligro la fe cristiana tal como la habían enseñado los apóstoles de Jesús. Frente a todos estos ataques, los cristianos se vieron forzados a definir cuáles iban a ser sus escrituras sagradas, cuál iba a ser su regla o confesión de fe, cómo iba a definirse su ministerio, qué actitud debían asumir frente al Estado y sus persecuciones, qué disciplina habrían de imponer, y varias otras cuestiones de suma importancia. Como veremos más adelante, de particular preocupación resultaron los movimientos heterodoxos y disidentes, especialmente aquellos que en su fe y su práctica ponían un fuerte énfasis sobre la acción poderosa del Espíritu Santo. No obstante esto, y a pesar de las severas reacciones en contra del montanismo y de sus aparentes exageraciones carismáticas, las iglesias no dejaron de experimentar poderosas manifestaciones del Espíritu Santo. Tampoco se inhibieron en razón de la oposición y ataques de que eran objeto por parte de pensadores paganos o los rumores y calumnias de todo tinte que se circulaban a nivel popular en el Imperio Romano. A riesgo de parecer ridículos en sus prácticas e ingenuos con sus ideas, los cristianos del segundo siglo respondieron con sensibilidad a las operaciones sobrenaturales del Espíritu. Esto está atestiguado por varios de los más destacados padres de la iglesia y otros testimonios a lo largo del siglo Il. Tomado del libro La acción del Espíritu Santo en la historia. Pablo Deiros 

Escritos diversos

 Melitón de Sardis (m. 177). Sí cabe recordar a Melitón de Sardis, quien puede haber sido el sucesor del "ángel" de la iglesia de Sardis, a quien se envía un mensaje en Apocalipsis 3.1-6. Es muy probable que conociera a Policarpo y a su discípulo lreneo.(Melitón escribió una Apología dirigida a Marco Aurelio (ca. 170), en la que se refiere a la crueldad imperial. Por la profundidad de su pensamiento se lo conocía como "el fílósofo", y se lo incluye entre los apologistas. Murió mártir, bajo Marco Aurelio.) De él se dice que "vivió enteramente en el Espíritu Santo", Jerónimo cita a Tertuliano según una obra perdida de este (Sobre el éxtasis), en la que el padre de Cartago se refiere a Melitón como alguien a quien muchos consideraban un poderoso profera. Este es el lugar oportuno para considerar la relación entre los ministerios carismáticos y residentes en las iglesias, a la luz del caso de Melitón y su posición como profeta y obispo al mismo tiempo. Evidentemente, en él se daban al mismo tiempo la autoridad del obispo con la pasión del profeta. Ya en la Didaché se pueden ver en operación estos dos niveles de ministerio: los oficiales locales (obispos y diáconos) ejerciendo también dones espirituales como profetas y maestros. Probablemente Melitón es un ejemplo de este matrimonio de un ministerio carismático y otro administrativo. Seguramente Melitón, al igual que sus maestros Policarpo e lreneo, sostenía firmemente la necesidad de un ministerio pastoral reconocido y bien establecido, con obispos fuertes a la cabeza. Pero, al mismo tiempo, se nos presenta como un profeta, capaz de hablar bajo la guía y control del Espíritu Santo. Este doble papel es importante porque pone de manifiesto que, al menos en Asia Menor, hacia fines del segundo siglo, mientras lentamente se iba constituyendo un clero reconocido en las comunidades cristianas, los dones del Espíritu seguían todavía en vigencia. Como concluye Congar, a la luz del caso de Melitón: «la afirmación del papel de los obispos no difumina en absoluto la vía carismática de la Iglesia. Eran hombres espirituales en el sentido en que habla san Pablo (l Corintios 2.10-15) y san Ireneo después de él: "El apóstol llama atinadamente espirituales a aquellos que han recibido el don del Espíritu y se conducen rectamente en todo"» tomado del libro La acción del Espíritu Santo en la historia. Pablo Deiros 

Escritos diversos

 Teófilo de Antioquía (130-190). Nació en un hogar pagano y se convirtió por el estudio cuidadoso de las Escrituras. En 168 fue nombrado obispo de Antioquía. Escribió varias obras contra las herejías de sus días,

comentarios de los evangelios y del libro de Proverbios. Lo único que nos queda de su producción literaria son tres libros, que están dirigidos a su amigo Autólico. Cabe destacar que Teófilo es el primer autor cristiano que aplica la palabra "trinidad" a la Deidad. Teófilo relata su conversión a Cristo en estos términos: "No seas, pues, incrédulo, sino cree. Porque tampoco yo en otro tiempo creía que ello hubiera de ser; mas ahora, tras haberlo bien considerado, lo creo, y porque juntamente leí las sagradas Escrituras de los santos profetas, quienes, inspirados por el Espíritu de Dios, predijeron lo pasado tal como pasó, lo presente tal como sucede y lo por venir tal como se cumplirá. Teniendo, pues, la prueba de las cosas sucedidas después de haber sido predichas, no soy incrédulo, sino que creo y obedezco a Dios." Teófilo menciona al Espíritu Santo por nombre solo en relación con la obra de la creación y la inspiración. En cuanto a las manifestaciones del Espíritu, la que menciona en particular es, como es obvio en su tiempo, la profecía. Como indica Swete: "De la obra del espíritu de profecía, Teófilo, al igual que otros escritores cristianos de su tiempo, habla con total convicción", El cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento prueba que los profetas anticiparon el futuro por la inspiración del Espíritu Santo. Según Teófilo, estos hombres de la antigüedad fueron «portadores del Espíritu» o «aquellos que son llevados [inspirados] por el Espíritu», al igual que los autores de los Evangelios. De hecho, Teófilo es el primer escritor que enseña claramente la inspiración divina del Nuevo Testamento. Sin embargo, no hace otra referencia a la obra del Espíritu en la Iglesia de sus días, fuera de la declaración de que los cristianos son guiados por la Palabra santa y enseñados por la Sabiduría. Pero debe tenerse en cuenta que su libro está dirigido a paganos y probablemente no consideró oportuno ser explícito sobre estas cuestiones. Como ocurre en otros casos del segundo siglo, este autor destaca la importancia del don profético, especialmente su ejercicio en el Antiguo Testamento. Pero se muestra cauteloso en describir su ejercicio en sus propios días. Es dificil suponer que Teófilo haga una valoración tan alta de este don, si el mismo no fuese relevante en la iglesia de sus días. Por otro lado, argüir la ausencia o cesación de este carisma a partir del relativo silencio de Teófilo en cuanto al mismo, es no tomar en serio su aprecio cierto por el don profético. Además, tal argumento cesacionista no haría justicia con el propósito con el que Teófilo escribe ni el carácter apologético de su obra dirigida a no creyentes. Muy probablemente, si el apóstol Pablo en lugar de escribir su primera epístola a "la iglesia de Dios que está en Corinto" (1 Corintios 1.2), la hubiese dirigido a los "indoctos o incrédulos" (1 Corintios 14.23) de aquella ciudad, jamás hubiese escrito los capítulos 12 a 14. Tomado del libro La acción del Espíritu Santo en la historia. Pablo Deiros 

Escritos diversos

 Taciano vivió en el segundo siglo d.C, fue apologista discípulo de Justino Mártir, en su libro "Discurso contra los griegos" una apología donde explica algunos aspectos de la doctrina cristiana, dice algunas cosas que nos muestran la forma en que entendía las Escrituras, una de ellas es interesante, leamos:

"Los demonios, en cambio, ninguno tiene ni una partícula de carne, sino que poseen estructura espiritual, como de fuego o de aire. Desde luego, sólo a quienes custodia el espíritu de Dios son visibles los cuerpos de los demonios: a los otros, quiero decir, a los psíquicos (cf. 1 Co 2,14), en modo alguno, pues lo inferior no tiene fuerza para comprender lo superior." Capítulo 15, Discurso contra los griegos. 

¿Podía Taciano ver demonios? ¿Existe algún caso bíblico de alguien que podía verlos? 

Escritos diversos

 Ateágoras (m. ca. 200). Atenágoras fue un filósofo ateniense, contemporáneo de Taciano, que se convirtió al cristianismo mientras leía la Biblia con el propósito de refutarla. Es el autor de una apología titulada Súplica por los cristianos, que presentó a los emperadores Marco Aurelio y Cómodo en el año 177. Escribió muchos otros libros, la mayoría hoy perdidos. Fue antecesor de Panteno en la Escuela de Alejandría. Tanto su apología como su tratado La resurrección de los muertos - únicas obras que se conservan- dan evidencia de su habilidad como escritor y de su rica cultura. Probablemente Atenágoras haya sido el más capaz de todos los apologistas. Por lo menos, parece ser el más elocuente de ellos.En su apología, Atenágoras se refiere al don de profecía, cuando señala: «Y a la verdad, el mismo Espíritu Santo, que obra en los que hablan proféticamente, decimos que es una emanación de Dios, emanando y volviendo, como un rayo del sol». Este Espíritu Santo es el mismo Espíritu que movió las bocas de los profetas del Antiguo Testamento como si fuesen instrumentos, y que los impulsó a declarar sus profecías más allá de su propio entendimiento. Esto mismo marca la gran diferencia que existe entre los filósofos paganos y los profetas cristianos. "Nosotros, en cambio, de lo que entendemos y creemos, tenemos por testigos a los profetas, que, movidos por espíritu divino, han hablado acerca de Dios y de las cosas de Dios. Ahora bien, vosotros mismos, que por vuestra inteligencia y por vuestra piedad hacia lo de verdad divino sobrepasáis a todos, diríais que es irracional adherirse a opiniones humanas, abandonando la fe en el Espíritu de Dios, que ha movido, como a instrumentos suyos, las bocas de los proferas." Según Atenágoras, pues, estos profetas proclamaron las cosas con las que fueron inspirados, porque el Espíritu los usó tal como un flautista sopla en una flauta. De allí que al referirse al Espíritu Santo, Atenágoras prefiere denominarlo, al igual que otros escritores de su tiempo, «Espíritu profético».

Es interesante notar que la descripción que Atenágoras hace del don de profecía coincide con la manera en que este don ha sido definido en la actualidad. Según C. Peter Wagner, «el don de profecía es la habilidad especial que Dios da a ciertos miembros del Cuerpo de Cristo para recibir y comunicar un mensaje inmediato de Dios a su pueblo a través de una declaración divinamente ungida». Tomado del libro La acción del Espíritu Santo en la historia. Pablo Deiros 

Escritos diversos

 Justino Mártir (114-165). Justino es el primer apologista que usó la filosofía para defender el Evangelio. Este famoso defensor de la fe nació en Flavia, Neápolis. Desde joven quiso conocer a Dios. Fue así como recorrió los caminos del estoicismo, la filosofía de los peripatéticos y pitagóricos y, por último, el platonismo. Pero en ninguna de estas filosofías encontró satisfacción para su búsqueda de la verdad. Durante la guerra de Bar Kochba (132-135) se convirtió a la religión de Cristo, por el testimonio de un anciano a quien encontró mientras caminaba por la playa. Se sabe poco de Justino después de su conversión. Se dice que continuó vistiendo su toga de filósofo, pero que usó sus conocimientos en la evangelización, yendo de lugar en lugar, procurando ganar a otros para Cristo, tanto judíos como gentiles. Finalmente, parece que se estableció en Roma como maestro cristiano. Estando allí, los filósofos, especialmente los cínicos, se complotaron en su contra, y él selló su testimonio de la verdad con el martirio. Su obra fue fundamentalmente apologética. En su obra Diálogo con Trifón, Justino presenta el relato de su conversación con el personaje anónimo que lo llevó a Cristo. Allí se menciona una y otra vez la obra del Espíritu Santo. Cuando Justino le pregunta al anciano por un maestro que pueda enseñarle la verdad, este se refiere a los profetas hebreos que "hablaron por el Espíritu Divino, y predijeron eventos que ocurrirían, y que ahora están ocurriendo" Estos profetas, según el anciano, "vieron y anunciaron la verdad a los hombres... no influidos por un deseo de gloria, sino hablando solo de aquellas cosas que vieron y que oyeron,

cuando fueron llenos con el Espíritu Santo". Al despedirse, el anciano le dice: "Ora para que, por sobre todas las cosas, los portales de esplendor te puedan ser abiertos; porque estas cosas no pueden ser percibidas o entendidas por todos, sino solo por el hombre a quien Dios y su Cristo le han impartido sabiduría". Sobre esta experiencia, Swete comenta: «Palabras como estas, pronunciadas en una gran crisis en la vida, no se olvidan fácilmente. y la insistencia de este maestro desconocido sobre la obra del Espíritu encuentra un eco en la propia enseñanza de justino".

Justino fue un filósofo que nunca renunció a la filosofía.

Por el contrario, buena parte de su vida estuvo dedicada a reflexionar profundamente sobre la verdad y en desarrollar una filosofía cristiana. No obstante, no fue un pensador encerrado en una torre de marfil y aislado de la realidad del Espíritu. Sobre todo, Justino se transformó en el modelo por excelencia del apologista cristiano, que tiene un conocimiento amplio de la doctrina y práctica de la Iglesia en todas partes. En su obra, él procura despejar el temor y la sospecha que se estaba gestando en relación con los cristianos y su religión.

Junto con sus dones de filósofo y apologista, Justino se destaca también por su testimonio de los dones espirituales. Como señala Kydd: "Justino ocupa una posición única entre los autores cristianos primitivos, cuando se considera la manera en que él maneja la cuestión de los dones del Espíritu" Especialmente, llama la atención su enseñanza sobre el particular. El apologista señala que en sus días había profetas, Como en los tiempos antiguos. Según él, los dones proféticos de los judíos habían sido transferidos a los cristianos. Al afirmar su fe trinitaria, Justino llama al Espíritu Santo, de manera característica. «Espíritu profético" Este apologista es un buen testigo de la vida de la Iglesia en su tiempo, y presenta evidencias interesantes sobre la obra del Espíritu. Con entusiasmo le testifica al judío Trifón que "diariamente algunos [de vosotros] os estáis haciendo discípulos en el nombre de Cristo, y estáis abandonando la senda del error; quienes también están recibiendo dones, cada uno de ellos conforme es merecedor, siendo iluminados a través del nombre de este Cristo. Puesto que uno recibe el espíritu [don] de entendimiento, otro de consejo, otro de fortaleza, otro de sanidad, otro de presciencia, otro de enseñanza, y otro del temor de Dios." Al oír esto, Trifón le dice que está fuera de sí, a lo que justino responde que está profetizado que luego del ascenso de Cristo al cielo," Él nos liberaría del error y nos daría dones" Y agrega: «Por lo tanto, nosotros que hemos recibido dones de parte de Cristo, que ha ascendido arriba a las alturas, probamos a partir de las palabras de profecía, que vosotros, "los sabios en sus propios ojos, y los prudentes delante de sí mismos", sois necios». Para justino, pues, la vigencia de los dones del Espíritu era una demostración de la necedad e hipocresía del judaísmo. En su Diálogo con Trifón, después que este judío lo interroga sobre Isaías 11:1-2, Justino responde que Jesús tenía todos los poderes del Espíritu que se mencionan en ese pasaje. Y agrega que ahora, transformados esos poderes en dones, «a partir de la gracia del poder de Su Espíritu, Él los imparte a aquellos que creen en Él, según considere a cada hombre digno de esto.., Según Justino, ..había sido profetizado que esto sería hecho por Él [Cristo] después de su ascensión al cielo" señala: "Ahora, es posible ver entre nosotros mujeres y hombres que poseen dones del Espíritu de Dios". Es interesante comparar la lista de dones que Justino presenta en estos pasajes con las que Pablo confecciona en Romanos 12.6·8 y 1 Corintios 12.8·11. Al hacerlo, surgen similitudes y diferencias. Por un lado, los dones de sanidades y enseñanza aparecen tanto en Pablo (1 Corintios 12.9; Romanos 12.7) como en Justino. Otros dones parecidos son "entendimiento" ("palabra de sabiduría" ) y "presciencia" (palabra de ciencia"), Pero otros dones son propios de la lista de justino,

como "consejo" , "fortaleza" , y "temor de Dios" De todos modos, parece que Justino está hablando de las mismas cosas,

es decir, se refiere a las herramientas que el Espíritu Santo da a los creyentes para que puedan cumplir con su misión y edificar la Iglesia.

Más significativo que la enumeración de dones espirituales es el hecho de que Justino parece indicar que estos dones estaban en pleno ejercicio y vigencia en la Iglesia de sus días los nuevos convertidos del judaísmo al cristianismo estaban recibiendo dones de parte del Señor... y esto era lo que estaba ocurriendo en las iglesias, mientras él escribía a Trifón. Tomado del libro La acción del Espíritu Santo en la historia. Pablo Deiros 

domingo, 3 de julio de 2022

Escritos diversos

 Cuadrato de Atenas (ca. 130) Entre los primeros apologistas surge el nombre de Cuadrato, obispo de Atenas. Además, este hombre no solo defendió la fe cristiana escribiendo una Apología, sino que era conocido como evangelista y profeta. Eusebio dice de él: "Entre las luces brillantes de este período estaba Cuadrato, quien según la evidencia escrita era, como las hijas de Felipe, eminente en su don profético" Es interesante que Eusebio, no muy afecto a destacar el ejercicio de los carismas con posterioridad a los apóstoles, agrega que «además de ellos muchos otros eran bien conocidos en ese tiempo, perteneciendo a la primera etapa en la sucesión apostólica». El caso de Cuadrato y el testimonio de Eusebio son oportunos para ilustrar una de las dificultades que enfrenta el historiador cristiano cuando investiga la acción del Espíritu Santo en la historia. Hombres como Eusebio estaban profundamente condicionados por sus propias presuposiciones y compromisos ideológicos con el medio ambiente. No debe olvidarse que Eusebio escribe con posterioridad a la «conversión» de Constantino (probablemente en 314 ó 315), y cuando la fe cristiana ha pasado de ser una «vil superstición» a encaminarse a su consideración como la religión del Estado romano. A los ojos de cristianos comprometidos con el Imperio Romano y su cultura (como era el caso de Eusebio), la simpleza y espontaneidad carismática de los primeros cristianos y sus sucesores era algo para mantener callado. Que Cuadrato haya sido un gran varón de Dios, no significa que Eusebio se sienta en la obligación de destacar sus dones espirituales y su ministerio carismático. Por otro lado, el propio Eusebio debe haber confrontado el problema de la falta de suficiente información, no solo sobre Cuadrato, sino en relación con muchísimos otros «sucesores de los apóstoles», como él los llama. De todos modos, la aparente ausencia de material no prueba que hombres como Cuadrato no hayan ejercido un ministerio combinado, como apologista y profeta, al mismo tiempo. Es muy probable que Cuadrato ejercía de manera poderosa el don profético, pero su ministerio no fue registrado, o si fue registrado se perdió el material con posterioridad. De hecho, el propio Eusebio reconoce sus muchas limitaciones al tratar de reconstruir lo ocurrido con posterioridad al ministerio de los apóstoles. Tomado del libro La acción del Espíritu Santo en la historia. Pablo Deiros 

Escritos diversos

 LOS APOLOGISTAS GRIEGOS. El período de los apologistas griegos comienza poco antes del final del período de los Padres Apostólicos. Los apologistas fueron hombres que se propusieron escribir en defensa de la fe cristiana contra las acusaciones populares y los ataques más sofisticados de los intelectuales de sus días. La mayor parte de estos escritos fueron dedicados a los emperadores de turno, y destinados a los sectores más educados del Imperio Romano. Su propósito era doble. Por un lado, querían demostrar la necedad y debilidad del paganismo; y, por el otro, deseaban presentar a la fe cristiana como una religión intelectualmente válida. De esta manera, estos defensores de la fe esperaban cambiar la opinión pública en cuanto al Evangelio y llevar a los líderes de la sociedad a su conversión. Los denominamos "apologistas griegos" porque casi todos ellos escribieron en esa lengua. Su propósito era hacer comprensible el cristianismo a los paganos del mundo greco-romano, y para ello utilizaron una lengua y un lenguaje que les resultase inteligible. Es así que, hicieron todo lo posible por adaptar su mensaje a la cultura imperante.

Con esto, los apologistas helenizaron al cristianismo y cristianizaron al helenismo.

En razón de estos objetivos, los apologistas tuvieron mucho cuidado de presentar los aspectos más potables de la vida cristiana, según los criterios de la cultura a la que dirigían su mensaje. En un sentido, los elementos sobrenaturales de su fe fueron desplazados para elaborar una argumentación más racional de la misma. Los sectores intelectuales y de poder debían ser convencidos de la verdad del Evangelio por la racionalidad del discurso, más que por el impacto de las señales, prodigios y maravillas obradas por el Espíritu Santo.

De allí que, los apologistas no son la mejor fuente para testificar de la obra y ministerio del Espíritu. Por otro lado, su poca atención a la actividad del Espíritu Santo no es argumento para fundamentar la cesación de los dones espirituales o las señales milagrosas. Utilizar este argumento significa desconocer las limitaciones propias del género literario que utilizaban y las demandas del propósito que los movía. No obstante, es sorprendente que a pesar de estos condicionamientos, los escritos de los apologistas contienen una notable variedad de testimonios de las manifestaciones poderosas del Espíritu, durante ese período de la historia del cristianismo. Nuevamente, de entre todos los dones del Espfritu Santo, el que más se destaca es el de profecía. Como bien señalara Milcíades, el célebre adversario del montanismo, «el don profético debe continuar en toda la Iglesia hasta el regreso final, como insiste el apóstol». Tomado del libro La acción del Espíritu Santo en la historia. Pablo Deiros 

viernes, 1 de julio de 2022

Escritos diversos

 Policarpo de Esmirna (69-156). Policarpo fue discípulo del apóstol Juan, maestro de Ireneo de Lyon y de Papias, y obispo de la ciudad de Esmirna. En el año 155 fue a Roma a entrevistarse con el obispo Anicero, con motivo de una controversia en cuanto a la fecha en que debía celebrarse la Pascua. Poco después de regresar a Esmirna, quizás en febrero del año 156, sufrió el martirio, abrasado por las llamas de la hoguera en un circo romano. Es posible que Policarpo haya sido el último sobreviviente de los que habían hablado con testigos oculares del ministerio de Jesús. Los miembros de su iglesia, después de su muerte, testificaron de que su pastor tenía el don de profecía: «Ciertamente el muy admirable Policarpo fue uno de estos [elegidos], en cuyo tiempo entre nosotros se mostró como un maestro apostólico y profético y obispo de la Iglesia Católica en Esmima". En un documento que se conoce como Acta del martirio de Policarpo, la obra de su género más antigua que se conserva, hay abundantes testimonios de los dones del Espíritu que ejercía este siervo de Dios (El Acta del martirio de Policarpo es una carta escrita por la iglesia de Esmirna a la de Filomelio y a toda la iglesia católica. Su narración es dramática y sincera. El vocablo -católico- se utiliza en este libro en el sentido de universal y ortodoxo, y con referencia al cristianismo histórico). El documento es un excelente testimonio del lugar que el Espíriru Santo ocupaba en este tiempo en la vida, la fe y la adoración de la iglesia. Todo el registro del martirio de Policarpo está lleno de experiencias sobrenaturales y de manifestaciones del Espíritu Santo. Tres días antes de su arresto, mientras estaba orando, tuvo una visión y vio su almohada encendida con fuego, y volviéndose a quienes estaban con él, profetizó: «Debo ser quemado vivo». Más interesante todavía es el hecho de que aparentemente el documento menciona la glosolalia (hablar en lenguas extrañas) en relación con el célebre mártir de Esmirna. Cuando fueron a arrestarlo, Policarpo pidió permiso para orar por una hora, y "él se puso de pie y oró, estando tan lleno de la gracia de Dios, que por dos horas completas no pudo callar, para el asombro de aquellos que lo escuchaban" Cuando el anciano pastor fue finalmente llevado a la arena, «una voz del cielo vino a él, diciendo: «Sé fuerte, Policarpo, y sé hombre», Nadie vio a quien le hablaba, pero aquellos de nuestros hermanos que estaban presentes oyeron la voz" Las últimas palabras de este honorable siervo de Dios están registradas como su oración final, antes de morir mirando al cielo: "Señor Dios Todopoderoso, Padre de tu amado y bendito Hijo Jesucristo,... te doy gracias, porque me has tenido por digno de este día y esta hora, de que pueda tener parte en el número de tus mártires, en la Copa de tu Cristo, hasta la resurrección a la vida eterna tanto del alma como del cuerpo en la incorruptibilidad [impartida] por el Espíritu Santo ... Te glorifico, junto con el eterno y celestial Jesucristo, tu amado Hijo, con quien sea gloria a ti y al Espíritu Santo ahora y en todos los siglos venideros. Amén." Si Esta es la primer instancia en que una doxologfa glorifica al Espíritu Santo junto con el Padre y el Hijo. Como señala Swete: «Si las palabras fueron pronunciadas por Policarpo,

como indica la carta, tienen una importancia especial como el testimonio final de un mártir que fue cristiano por treinta años antes de fines del primer siglo y fue un oyente de San Juan». Tomado del libro La acción del Espíritu Santo en la historia. Pablo Deiros