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domingo, 18 de septiembre de 2022

Escritos diversos

 f) EL TESTIMONIO DE LOS CRISTIANOS INCULTOS. Este tipo de testimonio directo y personal, en que la polémica se mezclaba con el ferviente deseo de ver la conversión del interlocutor, no siempre tenía lugar en el nivel elevado de los filósofos y rétores, sino que muchas veces -quizá las más- tenía lugar entre esclavos, mujeres y artesanos. Prueba de ello es el siguiente texto de Celso, quien veía en la pobreza e ignorancia de los cristianos un argumento en contra de la veracidad de su fe: "¿Qué hacen los feriantes, los saltimbanquis? ¿Se dirigen a los hombres sensatos para espetarles sus soflamas? No. Pero si divisan en alguna parte a un grupo de niños, de cargadores, de gentes groseras, allí es donde plantan sus tablados, exponen su industria y se hacen admirar. Lo mismo ocurre en el seno de las familias. Se ven pelaires, zapateros, bataneros, gentes de extrema ignorancia y desprovistas de toda educación que, en presencia de los maestros, se guardan muy bien de abrir la boca; pero si pillan privadamente a los hijos de la casa o mujeres que no tienen más inteligencia que ellos mismos, se ponen a decirles maravillas. Sólo a ellos hay que creer; los padres, los preceptores son unos locos que ignoran el verdadero bien y son incapaces de enseñar. Sólo ellos saben cómo hay que vivir; a los niños les irá bien si les siguen y por su medio la felicidad visitará a toda la familia. Si mientras están perorando, sobreviene alguna persona seria, uno de los preceptores o el padre mismo, los más tímidos se callan; los descarados no dejan de exhortar a los niños a que sacudan el yugo, insinuándoles calladamente que no quieren enseñarles nada ante el padre de ellos o ante el preceptor, para no exponerse a la brutalidad de esas gentes corrompidas que los harían castigar. Los que tienen interés en saber la verdad, abandonen a sus preceptores y a sus padres y vengan con las mujeres y la chiquillería al gineceo o al puesto del zapatero o a la tienda del batanero, para aprender allí la vida perfecta. Ved ahí cómo se las arreglan para ganar adeptos. No exagero y en mis acusaciones no salgo un ápice de la verdad." Es una verdadera desventura el que, dado su propio carácter, el trabajo de tales cristianos no nos sea mejor conocido, pues sin duda descubriríamos que su contribución a la expansión del cristianismo fue mucho mayor que lo que los textos parecen indicar, y hasta mayor que las de las escuelas y de los cristianos cultos. Historia de las misiones. Justo L. González 

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 e) LAS ESCUELAS CRISTIANAS. Las más de las veces tales encuentros no se dejaban simplemente al azar, sino que los cristianos fundaban escuelas que tenían a menudo funciones catequéticas, pero a las que podían dirigirse los paganos cultos que querían saber más acerca del cristianismo, o que simplemente querían atacarlo disputando con sus más destacados portavoces. Como ejemplo de este tipo de escuela, que seguía el molde de la antigua Academia de Atenas tenemos la que fundó Justino en Roma y que luego dirigió su discípulo Taciano, y la famosísima de Alejandría, relacionada con los nombres de Panteno, Clemente, Orígenes, Heraclas y otros, y a la que acudía a veces lo más selecto de la nobleza y la intelectualidad paganas. Tales escuelas jugaron un papel importantísimo en la expansión del cristianismo, pues muchos paganos que acudían a ellas se convertían, además de que pronto se volvieron centros de donde salían cristianos preparados para llevar sobre sus hombros la responsabilidad de predicar y extender el conocimiento del Evangelio -de los cuales Gregorio de Neocesarea es un magnífico ejemplo. Por otra parte, la literatura que se producía en estas escuelas -y sobre todo en la de Alejandría- servía de fuente de conocimientos a cristianos menos ilustrados que debían enfrentarse con paganos que de otro modo hubieran podido vencerles en la controversia. Historia de las misiones. Justo L. González 

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 d) EL CONTACTO PERSONAL ENTRE INTELECTUALES. Resulta interesante notar, sin embargo, que toda esta argumentación servía de canal para la propagación del Evangelio sólo cuando iba acompañada por el testimonio personal del cristiano. No tenemos noticias de personas que se hayan convertido al cristianismo leyendo el Diálogo con Trifón o las Apologias de Justino -y esto resulta mucho más notable si recordamos el hecho de que tenemos noticias de conversiones filosóficas mediante la lectura de los libros de los filósofos- pero sí sabemos de varias ocasiones en que discusiones personales de esta índole llevaron a alguien a convertirse al cristianismo. El propio Justino da fe de la importancia de este método de discusión y testimonio directo entre cristianos y paganos al afirmar que su conversión se debió a un encuentro de esta clase, cuando un anciano venerable, tras mostrarle la insuficiencia del platonismo, le mostró el camino de la "verdadera filosofía". Ya hemos visto el caso de Gregorio de Neocesarea y su hermano Atenodoro, cuya conversión tuvo lugar a través del contacto personal con Orígenes. Algo parecido parece haber sucedido en los casos de Clemente de Alejandría -gracias a la influencia personal de su maestro Panteno- y de Cipriano de Cartago -a través del sacerdote Ceciliano. Y, si el Octavio de Minucio Félix narra un acontecimiento histórico, también allí tenemos un ejemplo de intento de lograr una conversión a través de la discusión directa y personal de los valores y doctrinas del cristianismo frente al paganismo. Historia de las misiones. Justo L. González 

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 c) EL ENCUENTRO CON LA FILOSOFÍA PAGANA. En cuanto a su posición frente a la filosofía pagana, los cristianos de este período -como los de todas las épocas- no estaban de acuerdo entre sí. Todos veían en el cristianismo una verdad superior, revelada por Dios, y a la que ningún filósofo, por muy acertado que fuese su pensamiento, hubiera podido llegar. El punto de desacuerdo estaba en el valor que debía atribuirse a la filosofía, pues unos veían en ella el ayo que conducía a Cristo. -Justino, Clemente, Orígenes- y otros veían sólo una oposición radical entre el pensamiento filosófico y la verdad cristiana -Taciano, Hermias, Tertuliano-; unos veían en la filosofía un instrumento necesario para la exégesis bíblica, y otros veían en ella el origen de toda herejía; unos afirmaban que Jesucristo era el Señor tanto de Atenas como de Jerusalén, y otros se preguntaban: "¿Qué tiene que ver Atenas con Jerusalén? ¿Qué la Academia con la Iglesia?" Quienes veían una oposición total entre la doctrina filosófica y la verdad revelada, tenían entre los propios filósofos el mejor medio de atacar la filosofía, pues ya los escépticos -especialmente los de la Academia- habían mostrado las contradicciones entre los diversos filósofos, y habían utilizado tales contradicciones como prueba de la imposibilidad de llegar a un conocimiento cierto. Siguiendo la pauta trazada por estos filósofos, algunos cristianos se dedicaron a desprestigiar la filosofía a base de sus contradicciones. Uno de éstos fue Hermias, quien en su Escarnio de los filósofos paganos, se burla de ellos como sigue: "Si han hallado la verdad, estén o pónganse de acuerdo y yo les creeré de mil amores; pero si me tiran del alma y me la arrastran unos a una naturaleza y otros a otra, unos a una sustancia y otros a otra, y me la transforman de materia en materia, confieso que me siento molesto por este fluctuar de las cosas. Hay un momento en que soy inmortal y me alegro; al poco rato me convierto en mortal y rompo en llanto; luego me disuelvo en átomos, me convierto en agua, me convierto en aire, me convierto en fuego. Sin embargo, la inmensa mayoría de los cristianos -o al menos de los cristianos cuyas opiniones nos son conocidas a través de sus obras- veía un valor positivo en la filosofía pagana. Como ejemplo de esta posición podemos tomar a Justino Mártir, autor cristiano de la segunda mitad del siglo II. A fin de mostrar a las personas cultas entre los gentiles que el cristianismo no se opone a la civilización y filosofía helénica, sino que las complementa y supera, Justino apela a la doctrina del logos o Verbo. Este término podía ser de gran valor, pues era uno de los temas fundamentales de la filosofía pagana, se aplicaba a Jesucristo en el Evangelio de Juan, y ya antes -con Filón de Alejandría- había servido de puente entre la filosofía griega y la religión judaica. Siguiendo la tradición de los filósofos griegos, Justino afirma que todo conocimiento que los hombres poseen es producto del logos o principio racional del universo. Pero -apelando ahora al Cuarto Evangelio, y a su uso del término logos- Justino afirma también que ese logos que es el principio racional del universo es el mismo que se encarnó en Jesucristo. Luego, la verdad que los filósofos conocieron no es otra que la verdad cristiana, con la sola salvedad que Platón y sus colegas sólo conocieron al Verbo "en parte", mientras que los cristianos conocen al Verbo "entero". Los filósofos conocían sólo las verdades que el Verbo les revelaba, mientras que los cristianos conocen al Verbo mismo. Luego, todo cuanto hay de bueno en la cultura y filosofía paganas pertenece a los cristianos: . . . quienes vivieron conforme al Verbo, son cristianos, aún cuando fueron tenidos por ateos, como sucedió entre los griegos con Sócrates, Heráclito y otros semejantes, y entre los bárbaros con Abrahán, Ananías, Azarías y Misael, y otros muchos cuyos hechos y nombres, que sería largo enumerar, omitimos por ahora. De suerte que también los que anteriormente vivieron sin razón, se hicieron inútiles y enemigos de Cristo y asesinos de quienes viven con razón; mas los que conforme a ésta han vivido y siguen viviendo son cristianos y no saben de miedo ni turbación. De este modo la polémica cristiana, tanto frente al judaísmo como frente al paganismo, busca rumbos que le permitan afirmar el señorío de Jesucristo sobre todo cuando existe -en estos casos, el Antiguo Testamento y la cultura helenista- sin abandonar la afirmación fundamental de que el mismo que es el Señor eterno se ha llegado a los hombres de manera única y particular en Jesucristo. Historia de las misiones. Justo L. González 

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 b) LA POLÉMICA CONTRA El CULTO PAGANO. Frente a los paganos, la polémica cristiana tenía que luchar en dos frentes: el del culto y el de la filosofía. Frente al culto pagano, los cristianos enseñaban un monoteísmo moral, y con ello se hacían eco de los ataques que los propios filósofos paganos venían haciendo a la pluralidad de los dioses, y sobre todo a las historias inmorales que de ellos se contaban. Al aparecer el cristianismo en el Imperio Romano, ya hacía siglos que los más refinados entre los filósofos griegos habían comenzado a expresar dudas acerca de los dioses del Olimpo, y sobre todo acerca de las cosas que de ellos se contaban. Así, por ejemplo, Jenófanes de Colofón había dicho que "Homero y Hesíodo han atribuido a los dioses todo cuanto es vergonzoso y poco honesto entre los mortales, robos, adulterios y engaños", y que "si los bueyes y caballos o leones tuviesen manos, y pudieran pintar con sus manos, y producir obras de arte como los hombres, los caballos pintarían a sus dioses como caballos, y los bueyes como bueyes...". Sin embargo, este tipo de crítica, corriente entre los hombres cultos, no había llegado aún a las masas, y el culto a los dioses del Olimpo -y a otros de naturaleza semejante, pero de origen distinto- gozaba aún de suficiente arraigo para requerir su refutación por parte de los cristianos. De hecho, como veremos en la próxima sección de este capítulo, el culto pagano perduraba aún dentro del Imperio Romano cuando las invasiones de los bárbaros trajeron un nuevo influjo del paganismo. Al igual que los filósofos paganos, los cristianos atacaban a estos dioses, primero, por su impotencia y su carácter de creación humana; y, segundo, por los hechos inmorales que se les atribuían. Como ejemplo de esto podemos tomar a Arístides, quien, a mediados del siglo II, escribió las siguientes palabras acerca de la impotencia de los dioses: "Viendo a sus dioses aserrado por sus artífices, y desbastados, y acortados, y cortados, y quemados, y figurados, y por ello transformados en toda figura, y ora que envejecen consumidos por el largo tiempo, ora que se funden o se hacen pedazo ¿cómo no comprendieron de ellos que no son dioses? Y aquellos que no han podido proveer a la salvación de sí mismos, ¿cómo pueden tener cuidado de los hombres?" Y, señalando la inmoralidad de los dioses griegos, dice: "Mas he aquí que, habiendo los griegos establecido leyes, no han caído en la cuenta de que con sus leyes condenan a sus dioses. Si, en efecto, sus leyes son justas, son perversos sus dioses, los cuales han transgredido las leyes, porque matan unos a otros, y practican la magia, y cometen adulterio, y se dan a la rapiña y al robo y yacen con varones, con todas sus otras hazañas; que si sus dioses han hecho bien estas cosas, tal como lo escriben, son perversas las leyes de los griegos, porque no han sido establecidas según la voluntad de los dioses. Y en esto, todo el mundo ha errado." Historia de las misiones. Justo L. González 

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 a) LA POLÉMICA CONTRA EL JUDAÍSMO. El método que aparece una y otra vez en los documentos que han llegado hasta nosotros es el de la polémica y el argumento lógico. Este tipo de argumentación se empleaba ya en el período neotestamentario, sobre todo frente a los judíos, haciéndoles ver cómo Jesús era el cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento. Durante el período que se extiende entre el fin del siglo primero y la conversión de Constantino, continúa esta polémica antijudía, pero la polémica frente a la religión y la filosofía paganas viene a ocupar el primer lugar. Esto es señal de que la Iglesia, convencida ya de que los judíos no habrían de convertirse, vuelve su ímpetu misionero hacia los gentiles. La Iglesia del siglo VI es ya una Iglesia de gentiles, y buena parte de su polémica con los judíos no lleva ya el propósito de convencer, sino sólo de aplastar a una religión rival del cristianismo. Como testimonio de la polémica con los judíos, tenemos obras tales como el Diálogo con Trifón de Justino, el tratado Contra los judíos de Tertuliano, y el sermón del mismo título atribuido a Cipriano, además de la llamada Epístola de Bemabé. De todas estas obras, sólo el Diálogo de Trifón parece basarse en un verdadero encuentro entre un judío y un cristiano, y en un esfuerzo de éste último por convencer a aquél. Las otras son ataques al judaísmo como doctrina, y no diálogos con los judíos. En todo caso, el argumento fundamental de los cristianos frente a los judíos es el del cumplimiento de ciertas profecías en la persona de Jesús, especialmente en lo relativo a su nacirmento y su muerte. Además -también al igual que ciertos escritores del Nuevo Testamen- los polemistas cristianos de este período apelan a la tipología, afirmando que ciertos acontecimientos del Antiguo Testamento eran señales, "tipos" o figuras de lo que habría de ocurrir en el Nuevo. Por último, otros escritores cristianos, y muy especialmente los alejandrinos, apelan a la alegoría, negando a menudo el carácter histórico de las narraciones del Antiguo Testamento, y haciendo de ellas alegorías referentes a las enseñanzas del Nuevo. Algunos cristianos -como Marción- negaban la validez del Antiguo Testamento, y pretendían que el cristianismo era algo tan radicalmente nuevo que no podía ser el cumplimiento de las antiguas promesas hechas a los judíos. La inmensa mayoría de los cristianos rechazó tal posición, que pronto fue considerada herética. Historia de las misiones. Justo L. González. 

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 LOS MÉTODOS EMPLEADOS DURANTE ESTE PERÍODO. Al estudiar los métodos empleados durante este período, tropezamos con la misma dificultad que ya hemos encontrado al tratar de descubrir los orígenes del cristianismo en las distintas regiones del Imperio: nuestros materiales son harto escasos, y los que tenemos representan sólo un sector de la vida total de la Iglesia. En efecto, de este período se conservan extensas apologías en pro del cristianismo, así como varias obras por las que podemos saber acerca de ciertas conversiones particulares; pero la casi totalidad de estos testimonios nos sirve sólo para saber cómo las personas más cultas y los espíritus más refinados llegaban al cristianismo, y nada nos dice acerca de la inmensa mayoría de los conversos -esclavos, artesanos y mujeres, de cuya conversión nada sabemos-. Por esta razón, nuestra exposición será necesariamente más extensa en lo que se refiere a la expansión del cristianismo y su propaganda por medios intelectuales. Esto no ha de tomarse como un reflejo de la realidad histórica, en la que la polémica culta y el argumento filosófico eran sólo una pequeña fracción del testimonio cristiano. Hecha esta aclaración, podemos discutir algunos de los métodos que los cristianos de este período empleaban para propagar su fe. Historia de las misiones. Justo L. González 

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 e) LA EXPANSIÓN DEL CRISTIANISMO EN LOS TERRITORIOS EN QUE HABÍAN LABORADO LOS APÓSTOLES. Además, en las zonas en que los apóstoles y sus contemporáneos habían ya llevado el cristianismo en el siglo primero, la Iglesia continuó su labor misionera, dirigiéndose ahora sobre todo a ciertas ciudades y pueblos de menor importancia adonde el cristianismo no parece haber llegado antes. Así, por ejemplo, afirma Latourette que a mediados del siglo III parece haber habido en Italia unos cien obispos. En la península balcánica el progreso del cristianismo parece haber sido mucho más lento, y lo mismo puede decirse de la población semítica de Siria y Palestina. En Asia Menor, sin embargo, el progreso fue sorprendente, y pronto hubo, no sólo comunidades en sitios bastante apartados, sino también gran número de miembros en esas comunidades. Testimonio de ello es la correspondencia entre Plinio y Trajano, en la que aquél llega a afirmar que en Bitinia -adonde nunca llegó apóstol alguno- los templos paganos "estaban casi desiertos". Afortunadamente, sabemos algo más acerca de la labor misionera en Asia Menor debido a los datos y obras que se conservan de Gregorio de Neocesarea. Historia de las misiones. Justo L. González 

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 d) LAS GALIAS. Desde LA segunda mitad del siglo II -y quizá desde antes- el cristianismo penetró en las Galias. En el año 177 se desató una persecución en las ciudades de Lyon y Vienne, lo cual prueba que ya en esa fecha existían comunidades cristianas en esas ciudades. Poco después, y en la ciudad de Lyon, el obispo lreneo, quizá el más grande teólogo de este período, es testimonio de la fuerza del cristianismo en esta región, no sólo numérica, sino también intelectualmente. El hecho de que la literatura procedente de las ciudades de Lyon y Vienne haya sido escrita en griego, los nombres griegos de los mártires de esas ciudades, y el origen del propio Ireneo, que era oriundo del Asia Menor, hacen suponer que el cristianismo llegó a esta región traído por inmigrantes cristianos procedentes del Asia Menor o al menos del Oriente, y que durante algún tiempo su fuerza mayor estuvo entre los habitantes de lengua griega. Sin embargo, el propio lreneo da a entender que los cristianos de Lyon -o al menos él mismo- se ocupaban también de evangelizar a los habitantes de origen celta. Cuando en el año 314 se reunió un sínodo en Arlés, al sur de Francia, acudieron a él obispos, no sólo de toda la Galia, sino hasta de las Islas Británicas. De este modo, antes de comenzar el siglo IV, ya el cristianismo había rodeado la cuenca del Mediterráneo, y se encontraba representado en todas las regiones principales del Imperio. Historia de las misiones. Justo L. González 

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 c) ESPAÑA. Los orígenes del cristianismo en España, así como la historia de la Iglesia española en los primeros siglos, nos son totalmente desconocidos. Aparte de la posibilidad de que Pablo haya visitado la Península Ibérica, existen leyendas que afirman que el apóstol Santiago laboró en tierras de España, y que Pedro envió siete obispos a la misma región. El hecho es que la Iglesia española, si bien parece haber sido fundada por lo menos a fines del siglo II, no produjo durante todo este período monumento alguno -ya sea literario, artístico o de otra índole- que nos permita afirmar que haya existido en la Península Ibérica, y antes de la segunda mitad del siglo III, un cristianismo pujante. Sin embargo, el sínodo de Elvira -alrededor del año 300- muestra que el cristianismo se había extendido tan al norte como Asturias y tan al este como Zaragoza, aunque su fuerza mayor parece haberse concentrado en lo que hoy es Andalucía. Historia de las misiones. Justo L. González 

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 b) AFRICA DEL NORTE. En la parte occidental del norte de Africa -lo que los Romanos llamaban Africa- y sobre todo en la ciudad de Cartago, aparece también el cristianismo a fines del siglo II. Cuando este cristianismo cartaginés asoma por primera vez a las páginas de la historia tiene ya tal madurez que resulta necesario suponer que había sido fundado por lo menos varias décadas antes. De hecho, es en Cartago, y no en Roma, que surge la primera literatura cristiana en lengua latina -con Tertuliano- y fue también Cartago, con Tertuliano y Cipriano, el centro del pensamiento teológico occidental durante todo el período que nos ocupa -y años después con la persona cimera de San Agustín-. ¿Cómo llegó el cristianismo al norte de África?¿Quiénes lo llevaron? ¿De dónde venían? No lo sabemos. Tradicionalmente se ha pensado que fue de Roma que el cristianismo fue llevado a Cartago. Sin embargo, un estudio más detenido de los datos que se hallan a nuestra disposición parece indicar que fue del Oriente -y quizá de Frigia. "Al parecer, fue más tarde que las circunstancias políticas y culturales llevaron a la Iglesia africana a establecer relaciones más estrechas con Roma, y a olvidar sus antiguos lazos con el mundo griego." Historia de las misiones. Justo L. González 

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 Al terminar el período neotestarnentario, la Iglesia cristiana se extendía a allende Palestina y Siria hacia el Asia Menor y hasta Grecia y Roma. Más allá de la capital imperial no llegan nuestros datos pues, aunque hay noticias de un viaje de Pablo a España, nada se sabe acerca de sus resultados, y es posible que tal viaje nunca se haya realizado. Sin embargo, a fines del siglo II -y sobre todo a mediados del III- aparecen en la historia repetidas pruebas de que la nueva fe se había extendido por toda la cuenca del Mediterráneo, y que lograba adeptos sobre todo en las grandes ciudades, donde pronto surgieron comunidades cristianas de importancia. a)EGIPTO. En el Egipto, y sobre todo en la ciudad de Alejandría, pronto apareció una iglesia floreciente que algunos dicen fue fundada por San Marcos, aunque este dato carece por completo de confirmación histórica. En todo caso, a mediados del siglo II la comunidad cristiana de esa ciudad contaba ya con pensadores de la importancia de Panteno y, poco después, de Clemente y Orígenes. Además -y esto es señal de la pujanza del cristianismo en esa ciudad-fue en Alejandría que el gnosticismo hizo algunos de sus más serios esfuerzos por asimilar en su seno al cristianismo, sobre todo en los sistemas de Basilides y Valentín. Historia de las misiones. Justo L. González 

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 Si bien es poco lo que sabemos acerca de la expansión misionera del cristianismo durante el período apostólico, es mucho menos lo que sabemos acerca de ella en el período que sigue inmediatamente a los últimos libros del Nuevo Testamento. Esto era de esperarse, pues éste es precisamente el período de las grandes persecuciones, y a una iglesia perseguida se le hace difícil conservar y transmitir la historia de sus orígenes en cada región. Además, buena parte de la expansión del cristianismo durante este período tuvo lugar, no sólo a través de la obra de misioneros dedicados exclusivamente a  la tarea de la evangelización, sino sobre todo a través del testimonio de comerciantes, soldados y esclavos que por una u otra razón viajaban entre las distintas regiones del Imperio. El cristianismo hacía su entrada en una nueva provincia de manera humilde y oscura, y cuando la Iglesia en esa provincia lograba suficiente madurez para producir literatura o algún otro monumento que pudiese quedar para la posteridad, ya sus orígenes habían sido olvidados. Además, la investigación de los orígenes del cristianismo se dificulta frecuentemente debido al modo en que las generaciones posteriores de cristianos, siguiendo la tendencia de la época a hacer de los apóstoles personajes ideales, buscaban  el medio de atribuir los orígenes del cristianismo en su ciudad a algún varón apostólico, lo cual sirvió de génesis a más de una tradición legendaria que resulta difícil separar de la verdad histórica. Historia de las misiones. Justo L. González 

martes, 6 de septiembre de 2022

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 Los viajes del apóstol Pablo son de todos conocidos, y no hay razón alguna para ofrecer aquí una reseña de ellos. Baste decir que el apóstol Pablo llevó el Evangelio a Chipre, a varias de las ciudades del Asia Menor, a Macedonia, a las principales ciudades de Grecia, a Roma y 

quizá hasta a España. Acerca de sus métodos, lo más notable es que, aunque Pablo se consideraba apóstol a los gentiles, por lo general se acercaba primero a la sinagoga  de cada ciudad y allí enseñaba  y predicaba el Evangelio. En algunos casos, como en el de Atenas, trataba de encontrar puntos de contacto entre su mensaje y la cultura del lugar. Siempre se ocupaba de la edificación posterior de las iglesias que había fundado y muy especialmente de sanar las divisiones que en ellas aparecían... Sabemos que Pablo no fue el único misionero cristiano de los tiempos neotestamentarios porque el libro de los Hechos y las epístolas paulinas mencionan diversos episodios en los que aparecen otros misioneros. Bernabé y Marcos fueron a la isla de Chipre. La Primera Epístola de Pablo a los Corintios habla acerca del judío  alejandrino Apolos, quien laboraba en Corinto. Además,  antes de que Pablo llegase a Roma, ya existía una iglesia cristiana en esa ciudad. Aún  más, en el pequeño puerto italiano de Puteoli había ya cristianos que acudieron a recibir a Pablo cuando llegó de camino hacia Roma. Todo esto ha de recordarnos que el apóstol Pablo es sólo uno  -aunque quizá el más importante- de los muchos cristianos que durante el siglo 1 contribuyeron a hacer llegar su fe a distintas regiones del  mundo... Solamente en el caso del apóstol Pedro podemos decir que existen razones para  creer en la veracidad de la visita a Roma que la tradición le atribuye. De hecho, esta tradición es tan antigua que aparece reflejada ya en el Nuevo Testamento, y la mayor  parte de los antiguos escritores eclesiásticos se hace eco de ella. Como parte de la misma tradición, el martirio de Pedro  en Roma debe darse por cierto.  Esto no quiere decir, sin embargo, que Pedro haya fundado la iglesia de Roma, pues la Epístola de Pablo a los Romanos parece implicar que  hubo en Roma una iglesia cristiana aún antes de las visitas de Pedro y Pablo. En  todo caso, el hecho es que a fines del siglo 1 había cristianos en todas las principales regiones del  nordeste del Mediterráneo, y que esta expansión se había  llevado a cabo sin un plan o estrategia misionera prefijada. Historia de las Misiones. Justo L. González 

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 Si bien el antiguo Israel no consideró la predicación a las naciones como parte de su misión histórica, los judíos de los últimos siglos antes de nuestra era sí comenzaron trabajo misionero en el sentido estricto. El principal factor histórico que llevó a los judíos a realizar este tipo de trabajo fue la diáspora. La dispersión del pueblo de Israel por distintas partes del mundo le llevaba a establecer contacto con otras 

naciones, y era de esperarse que se comenzase entonces el intento de convertir a los paganos. Aunque la principal razón que llevó a los judíos de Alejandría a traducir el Antiguo Testamento al griego parece 

haber sido el hecho de que el conocimiento del hebreo comenzaba a hacerse cada vez más escaso entre los propios judíos, esta versión griega 

del Antiguo Testamento pronto vino a ser un instrumento misionero formidable. El mundo grecorromano, ansioso de recibir del Oriente algo de su antigua sabiduría, especialmente en materias religiosas, era un campo fértil para este tipo de misiones. En los comienzos mismos de nuestra era, en la obra de Filón de Alejandría, tenemos un testimonio de cómo algunos judíos trataban de hacer su fe más fácilmente acep­table a las personas cultas del mundo grecorromano mediante ínterpretaciones alegóricas que servían para aproximar el mensaje del Antiguo Testamento a las enseñanzas de los viejos filósofos griegos. La labor proselitista del judaísmo se extendió aún después de los comienzos de 

la era cristiana, por espacio de cuatro o cinco siglos más, y hubo mo­mentos y lugares en que el proselitismo judío fue uno de los grandes rivales de la expansión cristiana. Empero es necesario señalar siempre que el judaísmo, aun en el período de su mayor avance misionero, no pensaba en las misiones 

como un aspecto fundamental de su propia esencia. En esto consiste una de las diferencias fundamentales entre el Israel del Viejo Testa­mento y la Iglesia cristiana, en la que el impulso misionero es parte 

de su misma esencia. Historia de las misiones. Justo L. González