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domingo, 24 de abril de 2022

Escritos diversos

 El Sermón de la Llanura de Lucas se corresponde con el Sermón del Monte de Mateo (Mateo, capítulos 5 al 7). Los dos empiezan con una serie de bienaventuranzas. Hay algunas diferencias entre las versiones de Mateo y de Lucas, pero una cosa está clara: son una serie de bombas. Puede ser que las hayamos leído tantas veces que nos hemos olvidado de lo revolucionarias que son. Son completamente diferentes de las leyes que propondría un filósofo o un sabio típico. Cada una de ellas es un desafío.

Como dijo Deissmann, "se pronunciaron en una atmósfera electrificada. No eran tranquilas estrellitas, sino descargas de relámpagos seguidos de truenos de sorpresa y sobrecogimiento.» Toman los patrones que todo el mundo acepta, y los ponen boca abajo. Los que Jesús llama afortunados son los que el mundo considera desgraciados, y los que Jesús llama desgraciados son los que el mundo considera afortunados. Figuraos que alguien dijera: "¡Felices los pobres!» y «¡Pobres de los ricos!» Iría contra toda la escala de valores del mundo.

¿Dónde está la clave de todo esto? En el versículo 24. Allí dice Jesús: "¡Pero, ay de vosotros los ricos, porque ya tenéis todo lo bueno que vais a tener!» La palabra que usa Jesús para tener es la que se usa para saldar una cuenta. Lo que quiere decir es: "Si te propones y aplicas todas tus energías a obtener las cosas que valora el mundo, puede que las obtengas, pero eso es todo lo que vas a sacar.» Pero si, por el contrario, te propones y aplicas todas tus energías a ser totalmente leal a Dios y fiel a Cristo, te encontrarás con muchos problemas; a los ojos del mundo serás un desgraciado, pero no te perderás la mejor recompensa, que será la felicidad eterna.

Nos encontramos frente a frente con una decisión que empieza en la infancia y que no termina hasta el final de la vida. ¿Vas a escoger el camino fácil que produce un placer y un provecho inmediatos, o vas a escoger el camino difícil que produce trabajos y hasta sufrimiento a veces? ¿Quieres asir el placer y el provecho momentáneo, o estás dispuesto a fijar tu mirada más allá, y a sacrificarlos por un bien mayor? ¿Te vas a concentrar en las recompensas del mundo, o en Cristo? Si sigues el camino del mundo, tienes que abandonar los valores de Cristo; y si emprendes el camino de Cristo, tienes que abandonar los valores del mundo.

Jesús no tenía la menor duda acerca de cuál conducía a la felicidad. F. R. Matby decía: «Jesús les prometió a sus discípulos tres cosas: que no le tendrían miedo absolutamente a nada; que serían felices a tope, y que siempre tendrían problemas.» G. K. Chesterton, cuyos principios siempre le estaban metiendo en líos, dijo una vez: «Me encanta meterme en aguas turbulentas. ¡Sale uno limpio!» Jesús enseña que la felicidad del Cielo compensará con creces los problemas de la Tierra. Como decía Pablo: «La ligera aflicción momentánea sirve para prepararnos una gloria consistente y eterna que no admite comparación» (2Co 4:17 ). El desafío de las bienaventuranzas es: ¿Quieres ser feliz a la manera del mundo, o a la manera de Cristo?. William Barclay

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