Ireneo de Lyon (ca. 130-202). lreneo fue el más grande de los teólogos del segundo siglo y obispo de esa ciudad en Galia. Probablemente nació en Asia Menor, que en aquel tiempo era una de las regiones que tenía el mayor número de cristianos y de iglesias. De muchacho escuchó los sermones de Policarpo, obispo de Esmirna. Fue sucesor de Fotino en la sede episcopal de Lyon, durante el reinado de Marco Aurelio. Envió misioneros a Galia, combatió el gnosticismo, e hizo repetidos viajes a Roma procurando mantener la paz entre esta y Asia, calmando la tormenta suscitada con la condena del obispo Victor (montanista) y de aquellos que no seguían el calendario latino en la celebración de la Pascua. En todo esto, Ireneo se muestra como un profundo conocedor de la iglesia y su testimonio cristiano en sus días. Su experiencia pastoral tanto en el este como en el oeste, en contextos rurales como urbanos, lo califica como uno de los testigos más adecuados del cristianismo de su tiempo.
Ireneo fue un fiel testigo de la tradición. Vivió una generación de por medio de la edad apostólica y conoció a los discípulos de los apóstoles. Su teología es fiel al cristianismo histórico, y su obra escrita representa un intento de defender esa fe de las amenazas de las herejías, especialmente el gnosticismo. Ireneo demuestra ser un teólogo sumamente capaz y un investigador puntilloso de las doctrinas y prácticas de sus adversarios gnósticos. En sus argumentos, el Espíritu Santo ocupa un lugar fundamental. En su obra Exposición de la predicación apostólica, que es un tratado apologético, Ireneo presenta la regla de fe mencionando al Espíritu profético, y lleva sus funciones más allá de las reconocidas en el Antiguo Testamento.
"El tercer punto en la regla de nuestra fe es el Espíritu Santo,
a través de quien los profetas profetizaron, y los padres aprendieron las cosas de Dios, y los justos son guiados en el camino de la rectitud; y quien al final de los siglos se derramó de manera nueva sobre la humanidad en toda la tierra, renovando a los hombres para Díos". La obra del Espíritu fue fundamental en la unción del Hijo Encarnado. Una frase característica de Ireneo es: "El Padre ungió, el Hijo fue ungido, el Espíritu fue la Unción." De este modo, "el Espíritu de Dios descendió sobre Él, [el Espíritu] de Él que había sido prometido por los profetas que lo ungiría,
para que nosotros, recibiendo de la abundancia de su unción,
pudiésemos ser salvos". Tomado del libro La acción del Espíritu Santo en la historia. Pablo Deiros
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