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sábado, 9 de julio de 2022

Escritos diversos

 El CRISTIANISMO DEL SIGLO II. El testimonio cristiano a comienzos del siglo II estaba bien establecido, especialmente en Asia Menor. Las comunidades cristianas se encontraban bien organizadas e iban madurando rápidamente, mientras su mensaje se esparcía de manera notable no solo dentro de todo el Imperio Romano sino bastante más allá de sus fronteras. Con entusiasmo desbordante, los creyentes confesaban su fe acompañados de señales, prodigios y maravillas obradas por el Espíritu Santo. No obstante, este avance notable no se daba sin dificultades. Problemas de afuera y problemas de adenrro parecían amenazar el desarrollo del testimonio cristiano, si bien estas dificultades fortalecían a los testigos. De afuera comenzaban a sentirse las presiones del Estado romano, que veía en los cristianos a una secta que seguía una superstición extravagante y despreciaba a las religiones reconocidas. De adentro se levantaban voces, disidentes algunas y herejes otras, que ponían en peligro la fe cristiana tal como la habían enseñado los apóstoles de Jesús. Frente a todos estos ataques, los cristianos se vieron forzados a definir cuáles iban a ser sus escrituras sagradas, cuál iba a ser su regla o confesión de fe, cómo iba a definirse su ministerio, qué actitud debían asumir frente al Estado y sus persecuciones, qué disciplina habrían de imponer, y varias otras cuestiones de suma importancia. Como veremos más adelante, de particular preocupación resultaron los movimientos heterodoxos y disidentes, especialmente aquellos que en su fe y su práctica ponían un fuerte énfasis sobre la acción poderosa del Espíritu Santo. No obstante esto, y a pesar de las severas reacciones en contra del montanismo y de sus aparentes exageraciones carismáticas, las iglesias no dejaron de experimentar poderosas manifestaciones del Espíritu Santo. Tampoco se inhibieron en razón de la oposición y ataques de que eran objeto por parte de pensadores paganos o los rumores y calumnias de todo tinte que se circulaban a nivel popular en el Imperio Romano. A riesgo de parecer ridículos en sus prácticas e ingenuos con sus ideas, los cristianos del segundo siglo respondieron con sensibilidad a las operaciones sobrenaturales del Espíritu. Esto está atestiguado por varios de los más destacados padres de la iglesia y otros testimonios a lo largo del siglo Il. Tomado del libro La acción del Espíritu Santo en la historia. Pablo Deiros 

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