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martes, 6 de septiembre de 2022

Escritos diversos

 Si bien el antiguo Israel no consideró la predicación a las naciones como parte de su misión histórica, los judíos de los últimos siglos antes de nuestra era sí comenzaron trabajo misionero en el sentido estricto. El principal factor histórico que llevó a los judíos a realizar este tipo de trabajo fue la diáspora. La dispersión del pueblo de Israel por distintas partes del mundo le llevaba a establecer contacto con otras 

naciones, y era de esperarse que se comenzase entonces el intento de convertir a los paganos. Aunque la principal razón que llevó a los judíos de Alejandría a traducir el Antiguo Testamento al griego parece 

haber sido el hecho de que el conocimiento del hebreo comenzaba a hacerse cada vez más escaso entre los propios judíos, esta versión griega 

del Antiguo Testamento pronto vino a ser un instrumento misionero formidable. El mundo grecorromano, ansioso de recibir del Oriente algo de su antigua sabiduría, especialmente en materias religiosas, era un campo fértil para este tipo de misiones. En los comienzos mismos de nuestra era, en la obra de Filón de Alejandría, tenemos un testimonio de cómo algunos judíos trataban de hacer su fe más fácilmente acep­table a las personas cultas del mundo grecorromano mediante ínterpretaciones alegóricas que servían para aproximar el mensaje del Antiguo Testamento a las enseñanzas de los viejos filósofos griegos. La labor proselitista del judaísmo se extendió aún después de los comienzos de 

la era cristiana, por espacio de cuatro o cinco siglos más, y hubo mo­mentos y lugares en que el proselitismo judío fue uno de los grandes rivales de la expansión cristiana. Empero es necesario señalar siempre que el judaísmo, aun en el período de su mayor avance misionero, no pensaba en las misiones 

como un aspecto fundamental de su propia esencia. En esto consiste una de las diferencias fundamentales entre el Israel del Viejo Testa­mento y la Iglesia cristiana, en la que el impulso misionero es parte 

de su misma esencia. Historia de las misiones. Justo L. González 

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