Páginas

domingo, 16 de octubre de 2022

Escritos diversos

 B. EL IMPERIO CRISTIANO Y LA SUPRESION DEL PAGANISMO. PARTE 1. 

1. La  Conversión de Constantino.

La conversión de Constantino es uno de esos pocos grandes acontecimientos que parecen ser como hitos gigantescos que se alzan en medio del camino de la historia, señalando nuevos rumbos y abriendo nuevas posibilidades. Quizá por eso mismo es también uno de los acontecimientos más discutidos en la historia de la Iglesia. Para unos, fue el comienzo de esa perversión del carácter del cristianismo que a la postre requeriría la Reforma del siglo XVI. Para otros, fue el triunfo de la Iglesia perseguida sobre sus persecutores, la rendición de la resistencia pagana y la máxima expresión de la pujanza de la Iglesia de los primeros siglos. Ambas interpretaciones son parcialmente correctas, pues un acontecimiento del orden de la conversión de Constantino no podía sino tener grandes consecuencias para la vida de la Iglesia -consecuencias tanto positivas como negativas, así como consecuencias postivas con inmensas potencialidades negativas. Hay algo en lo que casi todos los historiadores más serios concuerdan: Constantino se convirtió -y se convirtió sinceramente- en el año 312. (J.  Burckhardt,   (Die Zeit  Konstantins  des Grossen, p.  334) juntamente con un buen número de historiadores del siglo XIX, pensaba que Constantino no se había convertido sino por razones de conveniencia política, y ponía en duda su sinceridad al proclamarse cristiano. Sin embargo, como afirma A. H. M. Jones, ( Constantine and the Conversion o/ Europe, p. 73), "Constantino hubiera tenido que ser un prodigio intelectual para haber sido un racionalista en la época en que vivió, y el hecho es que, hasta donde es posible penetrar en su intelecto, parece haber sido un hombre de mente sencilla".) La divergencia de opiniones gira alrededor del modo en que Constantino veía el cristianismo que había aceptado, y alrededor de las consecuencias que su conversión tuvo para la Iglesia. Historia de las misiones. Justo L. González 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario