¿Quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, luego le dice: Pasa, siéntate a la mesa? ¿No le dice más bien: Prepárame la cena, cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú? ¿Acaso da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no. Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos. Lc 17:7-10
tenemos que preguntarnos cuál es la respuesta que Jesús esperaba de los discípulos y cuáles son las enseñanzas teológicas que aparecen en la parábola. Lo más lógico es pensar que se esperaba que los discípulos que escucharon la parábola percibieran lo siguiente: «Como siervos, nuestros mejores esfuerzos no suman méritos delante de nuestro señor. Como siervos/esclavos, cumplimos con nuestro deber sin esperar ningún tipo de recompensa». Los temas teológicos que se usan para provocar esta respuesta son: 1. El creyente es un siervo/esclavo. Se espera que obedezca y conozca su papel como siervo. 2. La gracia/la salvación es un regalo, no una recompensa por los servicios realizados. 3. El siervo de Dios trabaja para cumplir con un deber. No le pide a Dios una recompensa, ni sirve para recibirla. 4. Dios es el señor del creyente. Pero, a la vez, el creyente lleva a cabo su servicio en obediencia al agente/Hijo único de Dios, Jesús, a quien debe servir con diligencia y lealtad. De paso, diremos que en los Sinópticos se presta mucha atención al tema de las recompensas. Bultmann resume todo este tema de la siguiente forma: «Jesús promete recompensas a los que obedecen sin pensar en la recompensa» (Bultmann, Teología, I, 14 de la edición en inglés). Por tanto, en esta parábola se nos habla del poderoso tema de la naturaleza de la gracia de Dios. El tema se presenta de forma negativa. El siervo/esclavo más trabajador sabe que nadie le debe nada por ser precisamente lo que es. Él cumple con su deber, y eso no tiene ningún mérito. Cuando el señor le ofrece un regalo, no es porque se lo haya ganado o se lo merezca, y lo mismo ocurre con Dios. Tomado del libro Las Parábolas de Lucas. Kenneth Bailey
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