h) EL MARTIRIO. De todos los milagros, ninguno tan notable y tan fructífero en conversiones como el milagro del martirio, tan frecuente durante los siglos segundo y tercero. Niños y mujeres, ancianos cargados de años, y esclavos acostumbrados a doblegarse ante la voluntad de sus amos, ofrecían gozosos la vida descansando en la esperanza de una vida futura y regocijándose en la oportunidad de proclamar con sus actos su fe. Para un mundo en busca de realidades que diesen sentido a la vida y la muerte, como era el mundo grecorromano, tales actos eran una prueba de heroísmo -o de locura- que no podía explicarse fácilmente. Muchos son los textos antiguos que dan fe del sacudimiento de una conciencia pagana ante los sufrimientos de algún Mártir cristiano, y es por ello que Tertuliano podía decir que "mientras más se nos destruye más crecemos; la sangre de los cristianos es semilla". Historia de las misiones. Justo L. González
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