2. LOS HIJOS DE CONSTANTINO.
Si bien Constantino nunca se volvió intolerante para con el paganismo, sus tres hijos y sucesores -Constantino II, Constancio y Constante- siguieron frente a los viejos cultos una política cada vez más rígida. En el año 341 se prohibieron los sacrificios, y en el 354 Constancio ordenó que todos los templos paganos fuesen clausurados. Aunque estas leyes no se cumplieron a cabalidad en todo el Imperio, sí sirvieron para estimular acciones violentas contra los paganos por parte de algunos funcionarios civiles que -como el general Artemio en el Egipto- procuraban para sí el favor imperial. Además, bajo el amparo de tales leyes muchos dirigentes cristianos se dedicaron a destruir templos paganos y construir iglesias sobre sus ruinas. Por otra parte, el gobierno de los hijos de Constantino, y sobre todo de Constancio cuando éste quedó como único emperador, no estuvo a la altura del de su padre. Constancio hizo asesinar a la mayoría de sus familiares, y cometió tantos crímenes como creyó necesarios para sostenerse en el poder. Los intelectuales paganos veían en el cristianismo, y sobre todo en la nueva política imperial, un peligro que amenazaba a la vieja cultura, que parecía desaparecer bajo el peso de la nueva religión. Las clases bajas veían con desagrado la desaparición de juegos, fiestas y representaciones que la Iglesia condenaba. El propio cristianismo parecía haber perdido su pujanza, dividido como estaba a causa de las controversias donatista y arriana -además de otros cismas locales como el de Antioquía-. Frente a tal situación, descrita en los más sombríos colores por los historiadores de la época, era de esperarse una reacción pagana. Historia de las misiones. Justo L. González
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