Dios les bendiga mis hermanos, les sigo compartiendo la carta de Ignacio a los Romanos:
Desde Siria hasta Roma he venido luchando con las fieras, por tierra y por mar, de día y de noche, viniendo atado entre diez leopardos, o sea, una compañía de soldados, los cuales, cuanto más amablemente se les trata, peor se comportan...
Que pueda tener el gozo de las fieras que han sido preparadas para mí; y oro para que pueda hallarlas pronto; es más, voy a atraerlas para que puedan devorarme presto, no como han hecho con algunos, a los que han rehusado tocar por temor. Así, si es que por sí mismas no están dispuestas cuando yo lo estoy, yo mismo voy a forzarlas. Tened paciencia conmigo. Sé lo que me conviene. Ahora estoy empezando a ser un discípulo. Que ninguna de las cosas visibles e invisibles sientan envidia de mí por alcanzar a Jesucristo. Que vengan el fuego, y la cruz, y los encuentros con las fieras, dentelladas y magullamientos, huesos dislocados, miembros cercenados, el cuerpo entero triturado, vengan las torturas crueles del diablo a asaltarme. Siempre y cuando pueda llegar a Jesucristo. Verso 5
Encontramos en esta cita los sufrimientos de Ignacio a manos de los soldados que lo custodiaban, a los que compara con leopardos. Encontramos de nuevo el deseo de Ignacio de llegar al martirio, y como se dijo en el mensaje anterior, es cuestionable,con relación al nuevo testamento, que buscara por sí mismo la muerte en nombre de Cristo en lugar que le llegara conforme a la voluntad divina; es admirable su amor y deseo de estar con Jesús, pero recordemos que debemos hacer su voluntad y no la nuestra.
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