El último fallo que Jesús les encontraba a algunos de los judíos era que hacían las oraciones para que la gente los viera. El método judío de la oración facilitaba el que se cayera en la ostentación. Los judíos oraban de pie, con los brazos extendidos, las palmas de las manos hacia arriba y la cabeza inclinada. Había que hacer oración a las 9 de la mañana, a las 12 del mediodía y a las 3 de la tarde. Había que hacerla donde uno se encontrará, y le era fácil al que quisiera el asegurarse de que a esas hora estaría en alguna esquina despejada, o en alguna plaza abarrotada de gente, para que todo el mundo viera lo piadoso que era orando. Le era fácil a uno detenerse en los peldaños de la entrada de la sinagoga, y hacer allí su oración larga y elocuentemente para que todo el mundo se admirara de su excepcional piedad. Era fácil representar una escena de oración a la vista del público.
Los más sabios de los rabinos judíos comprendían plenamente y condenaban incansablemente esta actitud. «Una persona hipócrita atrae la ira de Dios sobre el mundo, y su oración no es escuchada.» «Cuatro clases de personas no perciben el resplandor de la gloria de Dios: los burladores, los hipócritas, los mentirosos y los calumniadores.» Los rabinos decían que nadie puede orar de veras a menos que tenga el corazón sintonizado para ello. Establecían que para la perfecta oración se necesitaba antes una hora de preparación personal, y una hora de meditación después. Pero el sistema judío de oración se prestaba a la ostentación si había orgullo en el corazón de un hombre. William Barclay
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