lunes, 8 de agosto de 2022

Escritos diversos

 Pero aún se nos acusa por otro capítulo de daños: se dice que también somos improductivos para los negocios. ¿Cómo así, unos hombres que viven con vosotros, con el mismo alimento, vestido, género de vida y las mismas necesidades vitales? Porque no somos brahmanes o gimnosofistas de la India, salvajes, ni proscritos de la vida. Recordamos que debemos agradecimiento a Dios, Señor Creador; no rechazamos ningún fruto de sus obras; sencillamente, nos moderamos para no usar de ellos sin medida o equivocadamente. Así pues, cohabitamos en este mundo sin prescindir del foro, ni del mercado, ni de los baños, ni de las tiendas, talleres, posadas, ferias y demás formas de intercambio. Navegamos también nosotros con vosotros, y con vosotros hacemos la milicia y cultivamos el campo y comerciamos. Por tanto, compartimos los oficios y ponemos nuestros productos a vuestro servicio. No sé de qué forma podemos parecer improductivos para vuestros negocios, con los que y de los que vivimos. Y, aunque no frecuente tus ceremonias festivas, también en aquel día soy un hombre. No me lavo al alba en las Saturnales para no perder la noche a la vez que el día, pero me lavo a una hora normal y sana, que me conserva el calor y el color; cuando me muera ya puedo enfriarme y palidecer tras el baño. No ceno en público en las Liberales, porque es costumbre de bestiarios que toman su última cena; pero dondequiera que cene, ceno de los recursos que tú proporcionas. No compro una corona para ceñirme la cabeza: ¿Qué te importa a ti, una vez que compro flores, cómo las uso? Me parecen más agradables sueltas, sin atar, diseminadas aquí y allá: pero también si están apretadas en una corona, aspiramos la fragancia por la nariz; ¡Allá se las arreglen los que quieran perfumarse la cabellera! No acudimos a los espectáculos, pero, si deseo las cosas que se venden en esas reuniones, las tomo con más libertad en sus lugares propios. Incienso, ciertamente, no compramos; si se quejan las Arabias, sepan los sabeos que sus mercancías sirven más, y más caras, para sepultar a los cristianos que para ahumar a los dioses. Apologético capítulo 42. Tertuliano, año 197.

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