lunes, 18 de abril de 2022

Escritos diversos

 Lucas 1:57-66

En Israel, el nacimiento de un niño era una ocasión festiva. Cuando se aproximaba la fecha, se reunían cerca de la casa los amigos y los músicos locales. Y cuando se anunciaba el nacimiento, si era niño, los músicos se ponían a tocar y a cantar, y todo el mundo se congratulaba y se ponía jubiloso. Si era una niña, los músicos se alejaban tristemente y en silencio. Según un dicho: "El nacimiento de un hijo varón produce alegría universal; pero el de una niña, universal tristeza.» Así es que en la casa de Elisabet había doble motivo de gozo: por fin había tenido un niño, y era varón.

A los ocho días de nacer se circuncidaba y se ponía nombre a los niños. A las chicas se les podía poner nombre en cualquier momento durante su primer mes de vida.

En Israel, los nombres eran descriptivos. Algunas veces recordaban algún detalle de su nacimiento, como en el caso de Esaú y Jacob (Ge 25:25-26). Otras veces describían al bebé: Labán, por ejemplo, quiere decir blanco o rubio. A veces se le ponía el nombre del padre. A menudo el nombre describía la alegría de los padres: Samuel y Saúl, por ejemplo, querían decir pedido (a Dios). Otras veces el nombre era un testimonio de la fe de los padres: Elías, por ejemplo, quiere decir Jehová es mi Dios; en tiempos de culto a Baal, los padres de Elías confesaban su fe en el Dios verdadero.

Elisabet, para sorpresa de los presentes, dijo que su hijo se tenía que llamar Juan, y Zacarías también manifestó el mismo deseo. Juan es la forma breve de Yehojanán, que quiere decir regalo de Jehová, o Jehová es misericordioso. Era el nombre que Dios había dicho que se le pusiera al niño, y que describía la gratitud de los padres por tan precioso y ya inesperado regalo de Dios.

Todos los conocidos y los que se enteraban del maravilloso suceso se preguntaban: «¿Qué llegará a ser este niño?" Y es que cada niño es un racimo de posibilidades. Había un antiguo maestro latino que siempre hacía una profunda reverencia ante la clase antes de empezar la lección. Cuando le preguntaban por qué, él contestaba: «Porque nunca se sabe lo que uno de estos chavales va a llegar a ser.» El nacimiento de un niño en una familia representa dos cosas. La primera, es el más grande privilegio que se puede conceder a un hombre y a una mujer; algo por lo que hay que dar gracias a Dios. Segunda, es una de las más altas responsabilidades de la vida, porque ese niño es un racimo de posibilidades, y depende de los padres y de los maestros el que esas posibilidades se hagan o no realidad. William Barclay

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