domingo, 17 de abril de 2022

Escritos diversos

 EL SERVICIO EXCLUSIVO

Mateo 6:24

Nadie puede ser esclavo de dos amos; porque, o aborrecerá a uno y querrá al otro, o se pondrá de parte de uno y despreciará al otro. No se puede ser esclavo de Dios y de las cosas materiales.

Para los que vivían en el mundo antiguo, este dicho era todavía más gráfico que para nosotros. La Reina-Valera lo traduce: «Ninguno puede servir a dos señores.» Pero eso no se acerca a la fuerza del original. La palabra que traduce servir es duleuein; dulos es un esclavo; y duleuein quiere decir ser esclavo de alguien. La palabra que la R-V traduce señores es kyrios, y kyrios es la palabra que denota absoluta propiedad. Comprendemos mejor el sentido si lo traducimos: «Nadié puede ser esclavo de dos amos.»


Para entender todo lo que esto quiere decir e implica debemos recordar dos cosas sobre los esclavos en el mundo antiguo. Primero, un esclavo no era una persona, sino una cosa, a los ojos de la ley. No tenía absolutamente ningunos derechos; su amo podía hacer con él lo que le diera la gana. A los ojos de la ley, el esclavo era una herramienta viva. Su amo le podía vender, apalear, expulsar y hasta matar. Su amo era su propietario tan totalmente que poseía todo lo que fuera o tuviera. Segundo, en el mundo antiguo un esclavo no tenía literalmente nada de tiempo para sí mismo. Cada momento de su vida pertenecía a su amo. En las condiciones actuales de vida, una persona tiene ciertas horas para trabajar y, fuera de esas horas de trabajo, las restantes son suyas. De hecho es posible a menudo el que una persona encuentre los intereses reales de su vida fuera de las horas de su trabajo. Puede que trabaje en una oficina durante el día, y que toque el violín en una orquesta por la noche; y puede que sea en su música donde encuentre su vida real. O puede que trabaje en una mina o en una fábrica durante el día y dirija un club de jóvenes por la noche, y que sea en esto último donde encuentre más compensaciones y la expresión verdadera de su personalidad. Pero esto no le era posible a un esclavo. El esclavo no tenía ni un momento de tiempo que le perteneciera. Todos sus momentos pertenecían a su amo, y toda su persona estaba siempre a disposición de su amo. William Barclay 

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