viernes, 29 de abril de 2022

Escritos diversos

 LA FE DE UN SOLDADO

Lucas 7:1-10

El personaje central de este historia es un centurión romano. No era un hombre cualquiera.

(i) El mero hecho de que fuera un centurión indica que no era un cualquiera. El centurión equivalía entonces al coronel de ahora; los centuriones eran la columna vertebral del ejército romano. Todos los centuriones que aparecen en el Nuevo Testamento eran personas respetables (cp. Lc 23:47 ; Hch 10:22 ; Hch 22:26 ; Hch 23:17; Hch 23:23-24 ; Hch 24:23 ; Hch 27:43 (refs7) ). El historiador Polibio nos describe las cualidades de un centurión: «Debe ser, más que un militar temerario, uno que es capaz de mandar a la tropa, firme en la acción y de confianza; no demasiado dispuesto a entrar en combate, pero cuando es necesario debe estarlo a defender su posición y a morir en su puesto.» El centurión tenía que ser un hombre especial, o no habría podido conservar su puesto.

(ii) Tenía una actitud muy poco corriente con su esclavo. Amaba a su esclavo, y habría hecho lo que fuera necesario para salvarle la vida. La ley romana definía al esclavo como una herramienta viva; no tenía derechos; su amo le podía maltratar y matar si quería. Un escritor romano recomienda a los terratenientes que pasen revista a sus aperos todos los años, y que tiren los que ya están, rotos o inservibles, y que hagan lo mismo con los esclavos. Era corriente abandonar a los esclavos para que se murieran cuando ya no rendían en el trabajo. Pero la actitud de este centurión era fuera de lo corriente.

(iii) Era un hombre profundamente religioso. Tiene que haber tenido más que un interés superficial para construir una sinagoga. Es verdad que los Romanos consideraban que la religión era buena para mantener a la gente en orden; la consideraban como el opio del pueblo. Augusto recomendaba que se construyeran sinagogas por esa razón. El historiador Gibbon dice en una frase famosa: "Todas las formas de religión que existían en el Imperio Romano, la gente las consideraba como igualmente verdaderas; los filósofos, como igualmente falsas, y los magistrados como igualmente útiles.» Pero este centurión no era un administrador cínico, sino un hombre sinceramente religioso.

(iv) Tenía una actitud muy poco corriente hacia los judíos.

Si los judíos despreciaban a los gentiles, los gentiles odiaban a los judíos. El antisemitismo no es nada nuevo. Los Romanos decían que los judíos eran una raza asquerosa, y consideraban su religión como una superstición bárbara; hablaban del odio que tenían los judíos a toda la raza humana; acusaban a los judíos de adorar a una cabeza de burro y de sacrificarle todos los años a un gentil. Es verdad que muchos gentiles, cansados de los muchos dioses y de la baja moralidad del paganismo, habían aceptado la doctrina judía de un solo Dios y la ética judía austera; pero el trasfondo de este relato implica un sincero lazo de amistad entre el centurión y los judíos.

(v) Era un hombre humilde. Sabía muy bien que a un judío estricto le prohibía su ley entrar en la casa de un gentil (Hch 10:28 ), de la misma manera que le estaba prohibido dejar entrar a un gentil en su casa o tener ningún trato con él. Por eso no fue directamente a Jesús, sino que les pidió ese favor a sus amigos judíos. Este hombre tan acostumbrado a mandar era sorprendentemente humilde en presencia de la verdadera grandeza.

(vi) Era un hombre de fe. Y su fe estaba basada en los argumentos más sanos. Razonaba del aquí y ahora al allí y entonces, de su propia experiencia a Dios. Si su autoridad producía resultados, ¡cuánto más los produciría la de Jesús! Tenía la perfecta confianza del que mira hacia arriba y dice: «Señor, yo sé que puedes hacerlo.» Si tuviéramos una fe así, nos sucederían milagros y la vida sería nueva. Tomado del comentario de William Barclay

martes, 26 de abril de 2022

Escritos diversos

 Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra; pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio. Lc 4:25-27

podemos observar que en la sinagoga era perfectamente legítimo que el lector saltara algún párrafo, sobre todo si estaba leyendo de los profetas. No podía realizar grandes saltos, es decir, no podía saltar del principio del libro al final, ni tampoco podía saltar de un libro a otro. Pero los saltos relativamente pequeños eran legítimos, y la extensión de la discusión en la Mishná (Magilla 4:4) y en el Talmud (B.T. Magilla 24a) deja claro que era una práctica relativamente frecuente. Además, en diversas ocasiones, Pablo cita de forma libre (no literal), corroborando la legitimidad de hacer algo así (cf. 1Co 2:9). También encontramos este tipo de «citas» en los evangelios (Mr 1:2-3). Así, Jesús podría haber pensado cuidadosamente en lo que quería transmitir, y podría haber trabajado de antemano en cómo presentar los textos de Isaías 58 y 61... Las dos ilustraciones seleccionadas en el Midrash presentan a dos gentiles como héroes de la fe a los que debemos imitar. ¿Por qué escoge como héroes de la fe a dos gentiles en lugar de escoger a Abraham en el monte Moria, o a Moisés en el Mar Rojo, o a Jeremías cuando compró el campo que Dios le dijo que comprara? ¿No será que la ira de los judíos de la sinagoga surgió en parte al oír hablar así de unos gentiles? Jeremias argumenta de forma convincente que el versículo 22 significa «todos daban testimonio en contra de él … estaban asombrados de que hablara de la misericordia de Dios» (Jeremias, Promise, 44ss.). Estaban esperando que continuase leyendo Isaías 61:2b, «y el día de la venganza de nuestro Dios». En lugar de hablar de los extranjeros que un día trabajarán para ellos («pastoreará los rebaños de ustedes, y sus campos y viñedos serán labrados por un pueblo extranjero», Is 61:5), toma a dos gentiles como ilustración de la fe que se necesita para entrar en el reino. Es comprensible que los oyentes se enfurecieran. Así, en este pasaje crucial encontramos una clara referencia a la fuerza centrífuga de la misión, que alcanza incluso a los gentiles. Todo el texto refleja la línea teológica de Lucas y de la Iglesia primitiva, pero vemos que esta línea ya la podemos encontrar en Jesús e, incluso, en Isaías 49:5-6. Tomado del libro Las Parábolas de Lucas. Kenneth Bailey

domingo, 24 de abril de 2022

Escritos diversos

 El Sermón de la Llanura de Lucas se corresponde con el Sermón del Monte de Mateo (Mateo, capítulos 5 al 7). Los dos empiezan con una serie de bienaventuranzas. Hay algunas diferencias entre las versiones de Mateo y de Lucas, pero una cosa está clara: son una serie de bombas. Puede ser que las hayamos leído tantas veces que nos hemos olvidado de lo revolucionarias que son. Son completamente diferentes de las leyes que propondría un filósofo o un sabio típico. Cada una de ellas es un desafío.

Como dijo Deissmann, "se pronunciaron en una atmósfera electrificada. No eran tranquilas estrellitas, sino descargas de relámpagos seguidos de truenos de sorpresa y sobrecogimiento.» Toman los patrones que todo el mundo acepta, y los ponen boca abajo. Los que Jesús llama afortunados son los que el mundo considera desgraciados, y los que Jesús llama desgraciados son los que el mundo considera afortunados. Figuraos que alguien dijera: "¡Felices los pobres!» y «¡Pobres de los ricos!» Iría contra toda la escala de valores del mundo.

¿Dónde está la clave de todo esto? En el versículo 24. Allí dice Jesús: "¡Pero, ay de vosotros los ricos, porque ya tenéis todo lo bueno que vais a tener!» La palabra que usa Jesús para tener es la que se usa para saldar una cuenta. Lo que quiere decir es: "Si te propones y aplicas todas tus energías a obtener las cosas que valora el mundo, puede que las obtengas, pero eso es todo lo que vas a sacar.» Pero si, por el contrario, te propones y aplicas todas tus energías a ser totalmente leal a Dios y fiel a Cristo, te encontrarás con muchos problemas; a los ojos del mundo serás un desgraciado, pero no te perderás la mejor recompensa, que será la felicidad eterna.

Nos encontramos frente a frente con una decisión que empieza en la infancia y que no termina hasta el final de la vida. ¿Vas a escoger el camino fácil que produce un placer y un provecho inmediatos, o vas a escoger el camino difícil que produce trabajos y hasta sufrimiento a veces? ¿Quieres asir el placer y el provecho momentáneo, o estás dispuesto a fijar tu mirada más allá, y a sacrificarlos por un bien mayor? ¿Te vas a concentrar en las recompensas del mundo, o en Cristo? Si sigues el camino del mundo, tienes que abandonar los valores de Cristo; y si emprendes el camino de Cristo, tienes que abandonar los valores del mundo.

Jesús no tenía la menor duda acerca de cuál conducía a la felicidad. F. R. Matby decía: «Jesús les prometió a sus discípulos tres cosas: que no le tendrían miedo absolutamente a nada; que serían felices a tope, y que siempre tendrían problemas.» G. K. Chesterton, cuyos principios siempre le estaban metiendo en líos, dijo una vez: «Me encanta meterme en aguas turbulentas. ¡Sale uno limpio!» Jesús enseña que la felicidad del Cielo compensará con creces los problemas de la Tierra. Como decía Pablo: «La ligera aflicción momentánea sirve para prepararnos una gloria consistente y eterna que no admite comparación» (2Co 4:17 ). El desafío de las bienaventuranzas es: ¿Quieres ser feliz a la manera del mundo, o a la manera de Cristo?. William Barclay

viernes, 22 de abril de 2022

Escritos diversos

 CUMPLIENDO LAS ANTIGUAS CEREMONIAS

Lucas 2:21-24

En este pasaje vemos que se cumplieron después del nacimiento de Jesús las tres antiguas ceremonias relativas al nacimiento del primer hijo varón de una familia judía.

(i) La circuncisión. Todos los niños judíos se circuncidaban a los ocho días de nacer. Esta ceremonia era tan sagrada que se podía llevar a cabo hasta en sábado, aunque la ley prohibía que se hiciera ese día nada que no fuera absolutamente esencial. Ese día se le ponía nombre al niño.

(ii) La redención del primogénito. Según la ley Ex 13:2), todo primogénito varón, o macho en el caso del ganado, estaba consagrado al Señor. Esta ley puede ser el reconocimiento del poder misericordioso de Dios que es el que da la vida, o tal vez sea el equivalente de la ley de otros pueblos que sacrificaban a los hijos primogénitos a sus dioses. No cabe duda de que, si se hubiera cumplido literalmente, habría desbaratado la vida. Por eso había una ceremonia que se llamaba la Redención del Primogénito (Nm 18:16), y que consistía en pagar cinco siclos para, como si dijéramos, que los padres pudieran seguir teniendo a su hijo. Esa suma se tenía que hacer efectiva a los sacerdotes, y no se podía pagar antes de los treinta y un días después del nacimiento, ni diferir mucho más.

(iii) La purificación después del parto. La mujer quedaba impura cuarenta días si había tenido un hijo varón, y ochenta en el caso de una hembra. Podía vivir normalmente en su casa y hacer sus trabajos diarios, pero no podía entrar en el templo ni participar en ceremonias religiosas. Al cumplirse ese tiempo tenía que traer al templo un cordero de un año para holocausto y un pichón para expiación. Era un sacrificio bastante costoso, así es que la ley establecía que si no se podía ofrecer un cordero se podía traer otro pichón. La ofrenda de los dos pichones en vez de la del cordero y el pichón se llamaba técnicamente la ofrenda de los pobres, y esa fue la que ofreció María. De nuevo vemos aquí que Jesús nació en un hogar sencillo y humilde, y sin lujos; un hogar en el que se tenía que tener cuidado con el dinero, en el que se sabía lo difícil que es a veces ganarse la vida y esquivar sus dificultades. Cuando nos asedien las preocupaciones de la vida, acordémonos de que Jesús también las experimentó.

Estas tres ceremonias nos parecerán extrañas y antiguas; pero las tres expresaban la convicción de que un hijo es un don de Dios. Los estoicos solían decir que los niños no se les dan a los padres, sino se les prestan. De todos los dones de Dios, del que más se nos van a pedir cuentas es el de un hijo. William Barclay

jueves, 21 de abril de 2022

Escritos diversos

 LOS PASTORES Y LOS ÁNGELES

Lucas 2:8-20

Es maravilloso que los primeros a los que Dios comunicó la buena noticia fueron unos sencillos pastores. Los más religiosos de aquellos tiempos despreciaban a los pastores porque no podían cumplir todos los detalles de la ley ceremonial; no se podían lavar las manos meticulosamente, ni observar todos los otros preceptos y reglas. Tenían que atender a las necesidades de los rebaños, así es que los religiosos los despreciaban. Fueron hombres sencillos que estaban trabajando en el campo los primeros que recibieron el mensaje de Dios.

Pero es probable que estos fueran unos pastores bastante especiales. Ya hemos visto que en el templo se ofrecía en sacrificio a Dios un cordero sin mancha ni defecto todos los días por la mañana y por la tarde. Para proveer los corderos perfectos para estos sacrificios, las autoridades del templo tenían sus rebaños particulares, y sabemos que los sacaban a pastar en los alrededores de Belén. Es probable que estos pastores se encargaran de cuidar de los rebaños de los que se escogían los sacrificios del templo. Es hermoso pensar que los pastores que cuidaban de los corderos que se sacrificaban en el templo fueron los primeros en ver al Cordero de Dios que había venido a llevar los pecados del mundo. William Barclay

martes, 19 de abril de 2022

Escritos diversos

 Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré adondequiera que vayas. Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza. Lc 9:57-58

La idea de seguir a un Hijo del hombre rechazado y sufriente era ajena para el judío del siglo I. En Daniel, el Hijo del hombre tiene dominios, gloria y reino y pueblos, naciones y lenguas le sirven (Dn 7:14). El lector ya ha oído que «El Hijo del hombre tiene que sufrir» (Lc 9:22). Aquí, al voluntario no se le dan detalles, sino una imagen gráfica de un rechazo total. La idea no es tan solo «Quizá tú también tengas que sufrir privaciones, ¿lo has pensado bien?», sino también «Sea cual sea tu motivación, ten en mente que te estás ofreciendo para seguir a un líder rechazado». Mejor que «nidos» (como aparece en algunas traducciones) es «lugar donde descansar». Los pájaros siempre tienen dónde descansar, pero solo construyen nidos en momentos concretos del año. La idea es (parcialmente) que incluso animales como los pájaros tienen un lugar para descansar, pero el Hijo del hombre no...

La afirmación cristológica del pasaje es bien clara. Jesús es el Hijo del hombre, pero su ministerio no es un cumplimiento triunfante de ese título, sino un cumplimiento sufriente. No se nos dice cuál fue el resultado. El voluntario no contesta. Y en muchas de las parábolas de Jesús (cf. Lc 7:47; 14:24; 15:32) hay un final abierto. No sabemos si el voluntario respiró hondo, dio un paso adelante y se unió a los demás discípulos, o si, sorprendido por el precio que tenía que pagar y ante la idea de un líder rechazado, dio media vuelta y se volvió por donde había venido. Está claro que este voluntario es un reflejo de aquellos que en todas las épocas se ofrecen rápidamente para seguir a Jesús, antes de pensar seriamente en el precio y las implicaciones que tiene seguir a un maestro rechazado y sufriente. Al lector se le obliga a completar esta conversación con su propia respuesta. Tomado del libro Las Parábolas de Lucas. Kenneth Bailey

lunes, 18 de abril de 2022

Escritos diversos

 Lucas 1:57-66

En Israel, el nacimiento de un niño era una ocasión festiva. Cuando se aproximaba la fecha, se reunían cerca de la casa los amigos y los músicos locales. Y cuando se anunciaba el nacimiento, si era niño, los músicos se ponían a tocar y a cantar, y todo el mundo se congratulaba y se ponía jubiloso. Si era una niña, los músicos se alejaban tristemente y en silencio. Según un dicho: "El nacimiento de un hijo varón produce alegría universal; pero el de una niña, universal tristeza.» Así es que en la casa de Elisabet había doble motivo de gozo: por fin había tenido un niño, y era varón.

A los ocho días de nacer se circuncidaba y se ponía nombre a los niños. A las chicas se les podía poner nombre en cualquier momento durante su primer mes de vida.

En Israel, los nombres eran descriptivos. Algunas veces recordaban algún detalle de su nacimiento, como en el caso de Esaú y Jacob (Ge 25:25-26). Otras veces describían al bebé: Labán, por ejemplo, quiere decir blanco o rubio. A veces se le ponía el nombre del padre. A menudo el nombre describía la alegría de los padres: Samuel y Saúl, por ejemplo, querían decir pedido (a Dios). Otras veces el nombre era un testimonio de la fe de los padres: Elías, por ejemplo, quiere decir Jehová es mi Dios; en tiempos de culto a Baal, los padres de Elías confesaban su fe en el Dios verdadero.

Elisabet, para sorpresa de los presentes, dijo que su hijo se tenía que llamar Juan, y Zacarías también manifestó el mismo deseo. Juan es la forma breve de Yehojanán, que quiere decir regalo de Jehová, o Jehová es misericordioso. Era el nombre que Dios había dicho que se le pusiera al niño, y que describía la gratitud de los padres por tan precioso y ya inesperado regalo de Dios.

Todos los conocidos y los que se enteraban del maravilloso suceso se preguntaban: «¿Qué llegará a ser este niño?" Y es que cada niño es un racimo de posibilidades. Había un antiguo maestro latino que siempre hacía una profunda reverencia ante la clase antes de empezar la lección. Cuando le preguntaban por qué, él contestaba: «Porque nunca se sabe lo que uno de estos chavales va a llegar a ser.» El nacimiento de un niño en una familia representa dos cosas. La primera, es el más grande privilegio que se puede conceder a un hombre y a una mujer; algo por lo que hay que dar gracias a Dios. Segunda, es una de las más altas responsabilidades de la vida, porque ese niño es un racimo de posibilidades, y depende de los padres y de los maestros el que esas posibilidades se hagan o no realidad. William Barclay