martes, 21 de junio de 2022

Escritos diversos

 Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios. Lc 18:18-19

La primera afirmación de Jesús ha creado polémica durante siglos. La frase «Nadie es bueno sino solo Dios» se ha usado a menudo para decir que, al parecer, Jesús no creía ser el Cristo. Volver al estéril debate del pasado no tendría ningún sentido. Sin embargo, para hacer justicia al pasaje, es cierto que hemos de analizar esta frase con mayor detenimiento.  Un posible acercamiento sería entender que Jesús está preguntando: «¿Por qué me llamas bueno? ¿De verdad crees que soy bueno? Sabes que esa palabra solo se puede usar para referirse a Dios, ¿no? ¿Realmente crees que merezco ser llamado con ese título?». No obstante, el dirigente no contesta. Si Jesús le está preguntando si cree que él es el Cristo, ¿no crees que lo normal sería obtener una respuesta? No obstante, se podría argumentar que la pregunta se deja sin responder de forma deliberada para que el lector responda por sí mismo. Son muchas las parábolas que tienen un final abierto, dejando al lector con la tarea de dar una respuesta. Lucas 9:57-62 es un claro ejemplo, pues al lector no se le da ninguna pista de cuál es la respuesta de los tres personajes de este pasaje. Tampoco sabemos cuál es la respuesta del hermano mayor, cuando se le invita al banquete en honor de su hermano menor (Lc 15:32); ni lo que ocurre al final del gran banquete (14:24); ni conocemos el destino del administrador astuto (16:8). En este sentido, aquí en 18:19 podríamos estar ante una pregunta tan seria como la siguiente: «¿Estás hablando en serio cuando te diriges a mí usando un título que solo es apropiado para dirigirse a Dios? ¿Estás listo para aceptar las implicaciones de una afirmación así?». Sin descartar esta interpretación, vamos a examinar otra posibilidad. En la literatura rabínica, el título «maestro bueno» solo lo encontramos en una ocasión, cuando se le pide a un rabino que explique un sueño que ha tenido:  En mi sueño se me decía lo siguiente: Saludos al maestro bueno de parte del Señor bueno que da generosamente cosas buenas a su pueblo (B.T. Taanit 24b, Sonc., 126). En este texto se habla de un sueño, no de una salutación formal. Además, hay una repetición exagerada y, por lo tanto, claramente intencional de la palabra «bueno». Sea como sea, este saludo es realmente poco común. Por eso, es lógico entender que Jesús está contestando a alguien que se está dirigiendo a él de una forma un tanto «exagerada». El joven dirigente se está esforzando demasiado. Intenta impresionar a Jesús con un cumplido y quizá espera que Jesús también le salude con algún título especial. En el mundo oriental, cuando alguien te hace un cumplido, tienes que responder con otro cumplido. El dirigente empieza diciendo «Maestro bueno» y quizá espera que Jesús le diga algo como «Noble dirigente». Al parecer, esto es lo que crea tensión, porque Jesús no se dirige a él haciendo uso de un título especial; y en los Evangelios esta respuesta puede provocar cierta irritación (cf. Lc 15:29; Jn 4:17). Esta abrupta respuesta de Jesús es una técnica que Jesús usa en más de una ocasión. Parece ser que el propósito es probar la seriedad de las intenciones de su interlocutor (cf. Mt 15:26; Jn 3:3). Encontramos el mismo tipo de introducción y respuesta en Lucas 12:13-14, donde el interlocutor de Jesús también se dirige a él haciendo uso de un título y Jesús le contesta de una forma un tanto dura. Por tanto, creemos que la mejor explicación de la respuesta de Jesús en nuestro texto es que está queriendo probar la intención del joven dirigente. Tomado del libro Las Parábolas de Lucas. Kenneth Bailey

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