martes, 21 de junio de 2022

Escritos diversos

 Y él les dijo: De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna. Lc 18:29-30

Los dos valores intocables en cualquier cultura oriental son la familia y el hogar. Cuando Jesús los puso en esa lista y luego dijo que había algo por encima de eso, estaba pidiendo algo realmente imposible para alguien de Oriente Próximo, dadas las expectativas de aquella cultura. Los diez mandamientos se pueden soportar; pero eso otro es demasiado. Esas cosas solo son posibles con Dios. Esta claro que este pasaje choca a cualquier persona, venga de la cultura que venga. Lo que queremos decir es que este impacto es mucho más fuerte en una cultura tradicional donde esos valores son aún más fuertes que en nuestra cultura occidental. Jesús es plenamente consciente de la radicalidad de sus palabras en una sociedad como la suya. Por eso introduce sus palabras con la expresión «De cierto os digo». En Lucas, esta expresión solo aparece seis veces, y en cada ocasión introduce unas palabras fuertes que impactan enormemente al oyente. Su uso aquí no es una excepción. En la última estrofa vuelve a aparecer la cuestión de la recompensa. Aquí vemos este importante tema presentado en dos aspectos. El dirigente ya tiene su recompensa en mente. Él quiere la vida eterna. Por eso pregunta qué tiene que hacer para ganarse esa recompensa. Se le explica cuáles son los requisitos, y son requisitos que no puede cumplir. Queda claro que la salvación es obra de Dios, no un logro de las personas. A los discípulos Dios les ha dado la gracia de responder a un nuevo patrón de obediencia. Ya lo han hecho (hemos dejado todo lo que era nuestro). Rompieron con las expectativas de su sociedad y transmitieron que para ellos era más importante la obediencia a Jesús que la lealtad a la familia y a la propiedad. Jesús responde y confirma que el reino tiene recompensas infinitas para aquellos que responden en obediencia sin pensar en la recompensa. Marshall afirma que las palabras de Pedro no son una «exigencia egoísta de una recompensa», sino «una oportunidad de lanzar la premisa de que la negación a uno mismo por causa del reino será vindicada» (Marshall, 688). Además, esas recompensas son para el presente y para el porvenir. Y la vida eterna la reciben, no la ganan. Tomado del libro Las Parábolas de Lucas. Kenneth Bailey 

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