Justino Mártir (114-165). Justino es el primer apologista que usó la filosofía para defender el Evangelio. Este famoso defensor de la fe nació en Flavia, Neápolis. Desde joven quiso conocer a Dios. Fue así como recorrió los caminos del estoicismo, la filosofía de los peripatéticos y pitagóricos y, por último, el platonismo. Pero en ninguna de estas filosofías encontró satisfacción para su búsqueda de la verdad. Durante la guerra de Bar Kochba (132-135) se convirtió a la religión de Cristo, por el testimonio de un anciano a quien encontró mientras caminaba por la playa. Se sabe poco de Justino después de su conversión. Se dice que continuó vistiendo su toga de filósofo, pero que usó sus conocimientos en la evangelización, yendo de lugar en lugar, procurando ganar a otros para Cristo, tanto judíos como gentiles. Finalmente, parece que se estableció en Roma como maestro cristiano. Estando allí, los filósofos, especialmente los cínicos, se complotaron en su contra, y él selló su testimonio de la verdad con el martirio. Su obra fue fundamentalmente apologética. En su obra Diálogo con Trifón, Justino presenta el relato de su conversación con el personaje anónimo que lo llevó a Cristo. Allí se menciona una y otra vez la obra del Espíritu Santo. Cuando Justino le pregunta al anciano por un maestro que pueda enseñarle la verdad, este se refiere a los profetas hebreos que "hablaron por el Espíritu Divino, y predijeron eventos que ocurrirían, y que ahora están ocurriendo" Estos profetas, según el anciano, "vieron y anunciaron la verdad a los hombres... no influidos por un deseo de gloria, sino hablando solo de aquellas cosas que vieron y que oyeron,
cuando fueron llenos con el Espíritu Santo". Al despedirse, el anciano le dice: "Ora para que, por sobre todas las cosas, los portales de esplendor te puedan ser abiertos; porque estas cosas no pueden ser percibidas o entendidas por todos, sino solo por el hombre a quien Dios y su Cristo le han impartido sabiduría". Sobre esta experiencia, Swete comenta: «Palabras como estas, pronunciadas en una gran crisis en la vida, no se olvidan fácilmente. y la insistencia de este maestro desconocido sobre la obra del Espíritu encuentra un eco en la propia enseñanza de justino".
Justino fue un filósofo que nunca renunció a la filosofía.
Por el contrario, buena parte de su vida estuvo dedicada a reflexionar profundamente sobre la verdad y en desarrollar una filosofía cristiana. No obstante, no fue un pensador encerrado en una torre de marfil y aislado de la realidad del Espíritu. Sobre todo, Justino se transformó en el modelo por excelencia del apologista cristiano, que tiene un conocimiento amplio de la doctrina y práctica de la Iglesia en todas partes. En su obra, él procura despejar el temor y la sospecha que se estaba gestando en relación con los cristianos y su religión.
Junto con sus dones de filósofo y apologista, Justino se destaca también por su testimonio de los dones espirituales. Como señala Kydd: "Justino ocupa una posición única entre los autores cristianos primitivos, cuando se considera la manera en que él maneja la cuestión de los dones del Espíritu" Especialmente, llama la atención su enseñanza sobre el particular. El apologista señala que en sus días había profetas, Como en los tiempos antiguos. Según él, los dones proféticos de los judíos habían sido transferidos a los cristianos. Al afirmar su fe trinitaria, Justino llama al Espíritu Santo, de manera característica. «Espíritu profético" Este apologista es un buen testigo de la vida de la Iglesia en su tiempo, y presenta evidencias interesantes sobre la obra del Espíritu. Con entusiasmo le testifica al judío Trifón que "diariamente algunos [de vosotros] os estáis haciendo discípulos en el nombre de Cristo, y estáis abandonando la senda del error; quienes también están recibiendo dones, cada uno de ellos conforme es merecedor, siendo iluminados a través del nombre de este Cristo. Puesto que uno recibe el espíritu [don] de entendimiento, otro de consejo, otro de fortaleza, otro de sanidad, otro de presciencia, otro de enseñanza, y otro del temor de Dios." Al oír esto, Trifón le dice que está fuera de sí, a lo que justino responde que está profetizado que luego del ascenso de Cristo al cielo," Él nos liberaría del error y nos daría dones" Y agrega: «Por lo tanto, nosotros que hemos recibido dones de parte de Cristo, que ha ascendido arriba a las alturas, probamos a partir de las palabras de profecía, que vosotros, "los sabios en sus propios ojos, y los prudentes delante de sí mismos", sois necios». Para justino, pues, la vigencia de los dones del Espíritu era una demostración de la necedad e hipocresía del judaísmo. En su Diálogo con Trifón, después que este judío lo interroga sobre Isaías 11:1-2, Justino responde que Jesús tenía todos los poderes del Espíritu que se mencionan en ese pasaje. Y agrega que ahora, transformados esos poderes en dones, «a partir de la gracia del poder de Su Espíritu, Él los imparte a aquellos que creen en Él, según considere a cada hombre digno de esto.., Según Justino, ..había sido profetizado que esto sería hecho por Él [Cristo] después de su ascensión al cielo" señala: "Ahora, es posible ver entre nosotros mujeres y hombres que poseen dones del Espíritu de Dios". Es interesante comparar la lista de dones que Justino presenta en estos pasajes con las que Pablo confecciona en Romanos 12.6·8 y 1 Corintios 12.8·11. Al hacerlo, surgen similitudes y diferencias. Por un lado, los dones de sanidades y enseñanza aparecen tanto en Pablo (1 Corintios 12.9; Romanos 12.7) como en Justino. Otros dones parecidos son "entendimiento" ("palabra de sabiduría" ) y "presciencia" (palabra de ciencia"), Pero otros dones son propios de la lista de justino,
como "consejo" , "fortaleza" , y "temor de Dios" De todos modos, parece que Justino está hablando de las mismas cosas,
es decir, se refiere a las herramientas que el Espíritu Santo da a los creyentes para que puedan cumplir con su misión y edificar la Iglesia.
Más significativo que la enumeración de dones espirituales es el hecho de que Justino parece indicar que estos dones estaban en pleno ejercicio y vigencia en la Iglesia de sus días los nuevos convertidos del judaísmo al cristianismo estaban recibiendo dones de parte del Señor... y esto era lo que estaba ocurriendo en las iglesias, mientras él escribía a Trifón. Tomado del libro La acción del Espíritu Santo en la historia. Pablo Deiros